¿La propaganda gana una elección…?

No se gana a cartelazo limpio…

Por: Juan Gargurevich Dicen los expertos que la propaganda visual de cualquier tipo requiere atención de por lo menos diez segundos para el mensaje sea retenido y quizá, asumido. Si esto es verdad, miles de carteles de mensajes de todo tipo, desde graffiti hasta carteles colgados con enormes palos en medio de las avenidas limeñas… son perfectamente inútiles.

Creo que uno de los pocos distritos que ha regulado la propaganda electoral visual es San Isidro. Recordemos que hace algunas semanas se convocó a los partidos a un sorteo de 182 espacios elegidos por los expertos para ser compartidos.

Y en consecuencia, se ha colocado enormes carteles de 4 por metros en las principales avenidas sanisidrinas que son, sin duda, de las más apetecidas por los publicistas de los candidatos. Arequipa, Javier Prado, especialmente, son zonas en las que el serenazgo lucha por mantener en orden y con respeto a la ordenanza. Cartel no autorizado es eliminado sin más trámite.

Por supuesto, el histórico parque del Olivar está libre de publicidad. Ni un cartelito molesta la vista de quienes pasean por su venerable arboleda.

El resto de distritos no ha podido mantener a raya los carteles pese a la energía inicial que impuso nuestra flamante Alcaldesa que hizo eliminar, y con razón, la excesiva propaganda del transitado Ovalo de la Universidad de Lima, entre otros lugares.

Esto ha producido lo que se menciona a cada paso como “contaminación visual”. Pero esto ya existía con la publicidad común y al añadirse la propaganda política de coyuntura las principales calles de Lima se han convertido en una exhibición permanente de rostros sonrientes y frases llamativas que buscan que el futuro elector los recuerde a la hora de marcar el voto.

La interrogante es: ¿es efectiva la propaganda política de carteles y se logrará ser elegido si se derrama avisos enormes por toda la ciudad? No conocemos investigaciones que establezcan relación entre inversión propagandística y éxito electoral, pero recordamos algunos fiascos.

En 1956 se enfrentaron Hernando de Lavalle y Manuel Prado, dos señorones adinerados que hicieron una fuerte inversión en propaganda y la del primero fue largamente mayor y superior en ingenio y calidad, manejada por expertos importados de una agencia de publicidad.

Al final ganó Prado cuando consiguió el entonces disciplinado voto del APRA por la promesa de la legalización. Es decir, que una movida política abatió la mejor campaña que se había visto hasta entonces en el Perú. Y ni siquiera quedó segundo pues gracias a otro gesto político decisivo (el “Manguerazo”) Fernando Belaunde arremetió con tal fuerza que por poco no gana.

Nada como los japoneses. Solo permiten carteles tamaño A-3.

(Las fotos de carteles son de “Somos”. 12.3.11.).