Pautas para el logro de un museo en Chimbote

Por: Ricardo Ayllon (Columnista) Pedro Miranda Osorio, en Chimbote, es un entusiasta promotor de la cultura local, un admirador de este puerto, un Ulises chimbotano que ha vuelto a su Ítaca luego de añorarla durante larga estancia fuera del país.

Por eso una de las primeras actividades que organizó con su retorno, fue la exposición fotográfica “Chimbote en blanco y negro”, muestra itinerante que llegó hasta Lima y que trascendió al aparecer en el suplemento dominical de un diario de circulación nacional.

No lo conozco personalmente, solo hemos mantenido comunicación vía Facebook, pero siento en él una gran pasión por nuestra tierra, sobre todo cada vez que se embarca (con la turbación de un hijo pródigo) en un nuevo proyecto cultural como el que ahora le quita el sueño, llamado “Museo de Chimbote”, que no es otra cosa que la despejada intención de conseguir para el puerto un recinto que albergue, como ha dicho él, “sus reliquias históricas”.

Miranda es, imagino yo, del tipo de personas que ha sabido percibir cuidadosamente la realidad del terruño desde fuera, y que –con la mente despejada aunque con el corazón insuflado de nostalgia– se ha dado cuenta que la única manera de proporcionarle una forma visible a su patria (a esta patria chica llamada Chimbote), es diseñando para ella un soporte histórico, una base cultural que se entienda como una tradición, pues tan solo así se obtiene un modelo de identidad que defina el espíritu de una población, otorgándole, además, una base para que, a partir de ella, se camine hacia adelante sobre algo seguro.

Si la muestra “Chimbote en blanco y negro” nos trajo la certeza visual de que Chimbote no es solo la ciudad que vemos a diario cuando andamos sobre sus calles, si no que desde la época Republicana hubo gente, lugares y acontecimientos que definieron una huella y una identidad del ser chimbotano; con la propuesta de creación del “Museo de Chimbote” lo que Miranda intenta es, creo yo, reforzar este logro. No obstante, por más sana y entusiasta que sea tan importante iniciativa, vale traer a colación ciertas pautas que la robustezcan.

A pesar de que él ha definido ya en el artículo que escribió al respecto, que “Un museo es una institución pública sin fines de lucro, al servicio de la sociedad y su desarrollo, abierta al público, que adquiere, conserva, investiga, comunica y exhibe con propósitos de estudio, educación y deleite colecciones de valor histórico-artístico y documentales, fotográficos y bibliográficos”, es necesario que:

En primer lugar, evalúe con atención los antecedentes de esta iniciativa, como por ejemplo: que hace tres décadas existió en Chimbote un museo particular denominado “Tomás Anticona Blas” (Av. Bolognesi), el cual conservaba y exponía únicamente ceramios de una colección personal.

Además que, a fines de los años 90, la existencia de un museo fue una importante iniciativa de la Dirección de Proyección Social de la Municipalidad, logrando la exhibición de escasas piezas precolombinas en el local que ahora pertenece a la Caja Municipal (Gálvez con A. Ugarte).

Y actualmente, hay un importante proyecto de centro cultural en el actual local del Ministerio de Cultura (ex INC), el cual incluiría un museo, un auditorio y una sala de exposiciones, proyecto que sin embargo ha quedado inconcluso (solo se ha avanzado parte de la construcción) debido al gran desinterés de los gobiernos central y local.

Con la revisión de estos antecedentes, estoy seguro, Miranda logrará una planificación efectiva sin caer en los errores que hicieron fracasar a aquellas buenas intenciones.

Antes de ello (y sin pretender ser un aguafiestas), le pregunto: ¿ha logrado sentar ya las pautas elementales para dicho logro? Me tomo la libertad de recordarle que la obtención del espacio que será el reflejo de nuestra tradición cultural, que será el obligado recinto donde acudirán miles de estudiantes para sentir cómo germina en ellos la semilla de su identidad local, que será visitado por todos esos foráneos que querrán saber sobre qué bases históricas nos asentamos socialmente, no debe ser una gestión que se realice con la misma ligereza que la de una moneda tirada al aire, sino que debe pensarse y planificarse con responsabilidad y profesionalismo.

¿Habrá pensado en la formación previa de un patronato?, ¿en consultar a los conocedores en la materia?, ¿en convocar a las autoridades competentes?, ¿en la búsqueda de financiamiento de firmas interesadas en logros de esta naturaleza?, ¿en el intento de firmar convenios con instituciones, fundaciones o asociaciones culturales que presten su asesoría?

Por último, es necesario estar al día con los requisitos que sientan las bases de un verdadero museo, como el concebirlo no en función de simples “reliquias históricas”, sino configurando una idea formal, sólida y proyectiva. Para la activación, funcionamiento y permanencia de un museo de cualquier índole, es necesario, según pautas proporcionadas por la UNESCO:

–Contar con una colección de bienes de verdadero valor arqueológico, histórico o artístico; es decir, estar seguros de que las piezas que se exponen no son de dudosa procedencia ni de origen histórico desconocido, sino que son el producto de un estudio científico y cuentan con certificación de su autenticidad.

–Asegurarse de que el inmueble que se consiga sea el adecuado para una sede con carácter permanente; o sea, no improvisar un local cuyo mal estado (antigüedad, humedad, deterioro, etc.) permita que se echen a perder las piezas que se exponen.

–Conseguir un personal técnico con formación en museología y en las disciplinas científicas acordes con sus funciones. Es decir, cerciorase de que lo dirija y administre un verdadero profesional: un arqueólogo, un museólogo, un gestor cultural, etc.

–Saber que se contará con una dotación presupuestaria anual estable y no dejar el museo en manos de la providencia; es decir, no contentarse con su creación para que luego desparezca por falta de recursos.

–Regirse por un plan compatible con el resto de museos del país.

–Contar con fondos para la investigación, consulta, enseñanza y divulgación; además de tener la exposición abierta con un horario permanente y regular de visita. Para lo cual será necesario un personal permanente (guías, recepcionistas, vigilantes, etc.) y bien remunerado.

Quizá haya cometido un exceso en mis recomendaciones, pues pienso que el deseo del buen Pedro Miranda sea, en principio, convocar a la mayor cantidad de chimbotanos para que lo ayuden a erigir este sueño. Sin embargo quedan estas líneas como el aporte de otro soñador, uno que le tiende la mano para cualquier proyecto que signifique fortificar el espíritu y la identidad de esta tierra en la que hay mucho por hacer, llamada Chimbote.