Propuesta peregrina sobre el origen del peruanismo “chongo”

chimbote antiguo(Por: Germán Torres Cobián).- Antes de pergeñar esta nota acerca del peruanismo “chongo”,  he requerido en Chimbote la opinión respectiva de profesores de Castellano y Literatura, lingüistas calificados y neófitos, periodistas documentados y bisoños, historiadores autorizados y aprendices... Y,  lamentablemente, debo advertir que nadie tiene la más remota idea sobre el origen de tal  locución. Es más, durante mi indagación se me ocurrió enviar un correo electrónico a la Academia Peruana de la Lengua para recabar información en torno a dicho término. El dato que me facilitaron en esta acreditada institución estaba contenido en el DRAE: //3.col.Perú.escándalo  (II alboroto).//4.vulg.Perú. prostíbulo. Estas son acepciones referentes al  significado de “chongo” en nuestro país. No viene al caso mencionar su empleo en otras naciones latinoamericanas porque difiere notablemente del uso que se le da en el Perú. El funcionario de la Academia que me dio la escueta y conocida definición del DRAE, señaló –sin fundamentar su parecer– que el origen de esta expresión posiblemente es quechua, y añadió: “Si usted tiene algún conocimiento sobre esta palabra, nos lo hace conocer”.

Que yo recuerde - y no creo equivocarme-, hasta principios de los años 60 el peruanismo “chongo” no existía. Mientras un servidor vuestro cursaba la  Educación Secundaria en la G.U.E. San Pedro, mi profesor de Castellano y Literatura, don Julio Orrillo del Águila, eminente pedagogo de grato recuerdo, nos encargó a mi buen amigo y condiscípulo Manuel Bazán Arroyo y al suscrito, la elaboración de una lista de palabras que constituyeran jerga, argot, replana, jerigonza, lunfardo y que, a la sazón, se hablaran en Chimbote. Nunca incluimos “chongo” en aquel inventario dado que  por aquellos días, nadie mencionaba este vocablo. Transcurría el año 1963 y debido al boom pesquero, Chimbote recibía una avalancha de inmigrantes de todos los rincones del Perú. Del norte llegaron piuranos de Sullana, Castilla, Tamarindo, Morropón… y  lambayecanos de Chiclayo, Ferreñafe, Monsefú y Chongoyape. Por aquella época, los prostíbulos “La Blanca” y “La Rosada”, situados primigeniamente en la tercera cuadra de Olaya y séptima de Enrique Palacios respectivamente, ya se habían trasladado a un emplazamiento diferente, situado no muy lejos del actual estadio Centenario. En la nueva ubicación continuaron con sus antiguos nombres y, en todo caso, cuando alguien quería ir desde Chimbote a esos lugares non sanctos, le indicaba al taxista o al colectivero: “Trapecio izquierdo” (en contraposición al barrio El Trapecio que está situado en el lado derecho de Meiggs, de norte a sur). Nadie decía: “Al chongo”.

fiesta_chimbote_marineros_gallegosLos emigrantes procedentes de las ciudades susodichas se dedicaban a la faena pesquera, y los fines  de semana se corrían grandes juergas en aquellos lupanares. Muchas veces prolongaban su desenfreno hasta el lunes o martes. Como es evidente, no acudían a sus centros laborales. Para cubrir estas ausencias, los botarates recurrían a sus compañeros de trabajo. Ante la pregunta del patrón de lancha sobre el paradero de tal o cual pescador, respondían: “Se ha ido a Chongoyape”  o “Está en Chongoyape…”, cuando en realidad, estaban en “La Blanca” o “La Rosada”, en los brazos de mujeres dispendiosas. De ese modo, el nombre Chongoyape fue reemplazando al término burdel y a los nombres originales de aquellos prostíbulos. Con el tiempo, los pescadores (que después de vaciar los acopios de cerveza de los bares del puerto acostumbraban a trasladarse a esos lenocinios) empezaron a decir en tono de sorna: “Vamos a Chongoyape”. Con el tiempo también (igual que el sustantivo “misionero” que devino en la jerga “misio”), el nombre de la ciudad chiclayana se fue contrayendo y generalizando en el habla de la población porteña; se empezó a decir: “Vamos a Chongo…”, “Vamos al chongo…”. En los lupanares, los hombres de mar y las féminas armaban en las pistas de baile tal pandemónium que, comparado con las actuales polladas, parrilladas y huevadas bailables, éstas se asemejan a serenas romerías de budistas al Nepal. El ambiente de un salón de esos prostíbulos en una noche sabatina, era lo más parecido a una orgía de filibusteros ingleses en una isla desierta después de saquear un galeón español lleno de tesoros peruanos, en el Mar de las Antillas. De allí que para referirse a cualquier situación caótica, confusa y ruidosa, se diga: “Esto parece un chongo”. O para oponerse a un alboroto, dícese: “No hagan chongo”.

Así pues, a mi modesto juicio, el celebérrimo y muy usado peruanismo “chongo” nació en  Chimbote en la primera mitad de los años 60 y después se extendió a todo el Perú. Y por lo visto ya ha llegado a España, llevado por nuestros emigrantes y es usado en ese país. El mes pasado me visitó un viejo amigo madrileño, ex periodista del ahora desaparecido diario “Ya”. Después de darnos una vuelta completa por el casco urbano y al llegar a la Plaza de Armas a eso de la 1 de la tarde, el español, mirando atentamente el caos humano y vehicular de la avenida Pardo, patidifuso y con semblante anonadado me dijo: “Chimbote es un chongo”.

Propuesta peregrina sobre el origen del peruanismo “chongo”

 

(Por: Germán Torres Cobián).- Antes de pergeñar esta nota acerca del peruanismo “chongo”,  he requerido en Chimbote la opinión respectiva de profesores de Castellano y Literatura, lingüistas calificados y neófitos, periodistas documentados y bisoños, historiadores autorizados y aprendices... Y,  lamentablemente, debo advertir que nadie tiene la más remota idea sobre el origen de tal  locución. Es más, durante mi indagación se me ocurrió enviar un correo electrónico a la Academia Peruana de la Lengua para recabar información en torno a dicho término. El dato que me facilitaron en esta acreditada institución estaba contenido en el DRAE: //3.col.Perú.escándalo  (II alboroto).//4.vulg.Perú. prostíbulo.  Estas son acepciones referentes al  significado de “chongo” en nuestro país. No viene al caso mencionar su empleo en otras naciones latinoamericanas porque difiere notablemente del uso que se le da en el Perú. El funcionario de la Academia que me dio la escueta y conocida definición del DRAE, señaló –sin fundamentar su parecer– que el origen de esta expresión posiblemente es quechua, y añadió: “Si usted tiene algún conocimiento sobre esta palabra, nos lo hace conocer”.

 

Que yo recuerde - y no creo equivocarme-, hasta principios de los años 60 el peruanismo “chongo” no existía. Mientras un servidor vuestro cursaba la  Educación Secundaria en la G.U.E. San Pedro, mi profesor de Castellano y Literatura, don Julio Orrillo del Águila, eminente pedagogo de grato recuerdo, nos encargó a mi buen amigo y condiscípulo Manuel Bazán Arroyo y al suscrito, la elaboración de una lista de palabras que constituyeran jerga, argot, replana, jerigonza, lunfardo y que, a la sazón, se hablaran en Chimbote. Nunca incluimos “chongo” en aquel inventario dado que  por aquellos días, nadie mencionaba este vocablo. Transcurría el año 1963 y debido al boom pesquero, Chimbote recibía una avalancha de inmigrantes de todos los rincones del Perú. Del norte llegaron piuranos de Sullana, Castilla, Tamarindo, Morropón… y  lambayecanos de Chiclayo, Ferreñafe, Monsefú y Chongoyape. Por aquella época, los prostíbulos “La Blanca” y “La Rosada”, situados primigeniamente en la tercera cuadra de Olaya y séptima de Enrique Palacios respectivamente, ya se habían trasladado a un emplazamiento diferente, situado no muy lejos del actual estadio Centenario. En la nueva ubicación continuaron con sus antiguos nombres y, en todo caso, cuando alguien quería ir desde Chimbote a esos lugares non sanctos, le indicaba al taxista o al colectivero: “Trapecio izquierdo” (en contraposición al barrio El Trapecio que está situado en el lado derecho de Meiggs, de norte a sur). Nadie decía: “Al chongo”.

 

Los emigrantes procedentes de las ciudades susodichas se dedicaban a la faena pesquera, y los fines  de semana se corrían grandes juergas en aquellos lupanares. Muchas veces prolongaban su desenfreno hasta el lunes o martes. Como es evidente, no acudían a sus centros laborales. Para cubrir estas ausencias, los botarates recurrían a sus compañeros de trabajo. Ante la pregunta del patrón de lancha sobre el paradero de tal o cual pescador, respondían: “Se ha ido a Chongoyape”  o “Está en Chongoyape…”, cuando en realidad, estaban en “La Blanca” o “La Rosada”, en los brazos de mujeres dispendiosas. De ese modo, el nombre Chongoyape fue reemplazando al término burdel y a los nombres originales de aquellos prostíbulos. Con el tiempo, los pescadores (que después de vaciar los acopios de cerveza de los bares del puerto acostumbraban a trasladarse a esos lenocinios) empezaron a decir en tono de sorna: “Vamos a Chongoyape”. Con el tiempo también (igual que el sustantivo “misionero” que devino en la jerga “misio”), el nombre de la ciudad chiclayana se fue contrayendo y generalizando en el habla de la población porteña; se empezó a decir: “Vamos a Chongo…”, “Vamos al chongo…”. En los lupanares, los hombres de mar y las féminas armaban en las pistas de baile tal pandemónium que, comparado con las actuales polladas, parrilladas y huevadas bailables, éstas se asemejan a serenas romerías de budistas al Nepal. El ambiente de un salón de esos prostíbulos en una noche sabatina, era lo más parecido a una orgía de filibusteros ingleses en una isla desierta después de saquear un galeón español lleno de tesoros peruanos, en el Mar de las Antillas. De allí que para referirse a cualquier situación caótica, confusa y ruidosa, se diga: “Esto parece un chongo”. O para oponerse a un alboroto, dícese: “No hagan chongo”.

 

Así pues, a mi modesto juicio, el celebérrimo y muy usado peruanismo “chongo” nació en  Chimbote en la primera mitad de los años 60 y después se extendió a todo el Perú. Y por lo visto ya ha llegado a España, llevado por nuestros emigrantes y es usado en ese país. El mes pasado me visitó un viejo amigo madrileño, ex periodista del ahora desaparecido diario “Ya”. Después de darnos una vuelta completa por el casco urbano y al llegar a la Plaza de Armas a eso de la 1 de la tarde, el español, mirando atentamente el caos humano y vehicular de la avenida Pardo, patidifuso y con semblante anonadado me dijo: “Chimbote es un chongo”.