Reflexión para tiempo de Adviento (P. Matías Siebenaller)

 Chimbote en Línea.-  “No tengan miedo, pues les anuncio una gran alegría” (Lc 2,10)

1. “No tengan miedo”

a. Los pastores en la campiña de Belén tenían miedo. No solo por el alboroto y los relámpagos durante aquella noche que desde entonces llamamos “noche buena”.  El miedo era compañero del caminar diario de estos pastores.  Tenían miedo de los poderosos y de sus servidores.  Tenían miedo de ir al pueblo, donde eran mal vistos y despreciados.  Tenían miedo, cuando un hijo o un miembro de su familia se enfermaba seriamente.  Tenían miedo de los abigeos de arriba y de abajo.  Tenían miedo uno del otro.  Tenían miedo que se pierda uno de sus animalitos. Tenían miedo de la ley que no les amparaba.  Tenían miedo de Dios que los tenía castigados.

b. Hoy el miedo destroza muchas vidas.
Los continuos bombardeos sobre los pocos barrios todavía habitados en Alepo de Siria infunden un miedo que impide respirar, conversar, dormir, pensar y prever el mañana.-

El miedo salta de los ojos de los refugiados amontonados en esa embarcación frágil que surca las aguas del Mediterráneo.  Los sobrevivientes enfrentarán con miedo miradas que no les dan la bienvenida, controles severos, idiomas desconocidos, demoras insoportables en largas colas, un futuro más que incierto.-

Bertolt Brecht, en uno de sus famosos cuentos, hace preguntar un juez a un detenido temblando de miedo: “¿Quiere usted declarar bajo juramento religioso o civil?”  El detenido contesta: “Yo no tengo trabajo”.-

También en Chimbote hay gente que a ciertas horas, por miedo, no sale a la calle o no duerme hasta que todos hayan regresado a casa.-

Se tiene miedo de decir la verdad, de prestar un libro, de denunciar deberes y derechos, de nadar contra la corriente…-

c. Reconoce que tienes miedo: Hay inseguridades sembradas en tus genes. En muchas vidas se dan experiencias que deprimen.  La imperante competividad y rivalidad son fuentes de miedo.  Hay miedo, cuando la enfermedad seria golpea tu vida o la de un ser querido.  El pecado puede tener sus secuelas de miedo.  Tu muerte o la del ser querido suele provocar miedo.

Pues, haz el inventario de tus miedos y opta por una fe que venza al miedo.

2. “Les anuncio una gran alegría”

a. “El pueblo que caminaba en la noche divisó una luz grande.  Habitaban en oscuro país de la muerte, pero fueron iluminados… los has colmado de alegría…pues el yugo que soportaban y la vara sobre sus espaldas, el látigo de su capataz, tú los quiebras…Porque un niño nos ha nacido…: consejero admirable, Dios fuerte y siempre Padre, príncipe de la paz” (Cf. Is 9,1-6).

El poeta Antonio Machado pregunta:
“Di, ¿por qué acequia escondida,
agua vienes hasta mí,
manantial de nuestra vida
de donde nunca bebí?”.
Dios, para acercarse a nosotros, se hace pequeño, frágil y dependiente como un niño recién nacido, expuesto a la intemperie, sometido al sentido y sin sentido de las leyes del lugar, compartiendo nuestras inseguridades y padeciendo nuestros miedos.

“El cual, siendo de condición divina, no codició el ser igual a Dios sino que se despojó de sí mismo tomando condición de esclavo…se rebajó a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz”. (Cf. Flp 2,5-11).

b. Jesús mantendrá con fidelidad el rumbo señalado por su nacimiento en Belén.

Lo implementará durante los largos años de silencio y convivencia con los humildes de este mundo en Nazareth.  El encuentro con él siempre significará un renacimiento: lo experimentan los enfermos, los pecadores, los oprimidos y buscadores de vida verdadera.

c. Jesús crucificado comparte el miedo y la soledad más grandes del corazón humano.  “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27,46).  En la cruz su nacimiento iniciado en Belén alcanza plenitud: “El levantado en alto es el Yo soy” (Jn 8,28): el Dios que vive y hace vivir.  “El levantado en alto” atraerá a todos hacia él” (Jn 12,32).

¡Alegrémonos! Jesús naciendo en Belén comunica la Buena Nueva de la Salvación en primer lugar a los pobres de ese mundo: asume lo que nos da miedo; comparte nuestras inseguridades.  Pierde su vida para encontrarla.   Llora, cuando sus amigos tienen que llorar.  “No nos deja huérfanos” (Cf. Jn 14,18). “Nuestra tristeza se convertirá en alegría” (Cf. Jn 16,20).
“Y he aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20).

 

Publicado en Mar Adentro, agosto 2016

 

Comentarios

Comentar