El legado literario de Jaime Guzmán Aranda

Chimbote en Línea (Por: Ricardo Ayllón)  Este 27 de mayo se cumplen dos años de la partida de Jaime Guzmán Aranda, uno de los escritores más fieles al curso social de esta ciudad, involucrando en ello –inclusive– su labor editorial, donde plasmó siempre su genuina emoción por la literatura chimbotana. No es gratuita su hermosa e insistente frase: “Para dejar de ser forasteros en nuestra propia tierra, leamos lo nuestro”. Sencillas palabras que atesoran su permanente tentativa de que autor y lector convergieran en una interrelación dinámica, pensada por supuesto en el logro de la ansiada identidad literaria.

Por eso, además de preocuparse en publicar con su sello libros enfocados en el ámbito local, se afanó por dejar en las páginas de su propia obra su pensamiento reflexivo y su sentimiento crítico sobre la vida porteña. Como muestra de ello, dos muestras líricas breves pero intensas: “Las muchedumbres” (1987), en la que plasma con cierta invectiva el avance de una manifestación laboral en el puerto, y “Los palaciegos” (1987), que es su crítica sincera a la burocracia local.

Pero es importante revisar también algunas páginas de “Lugar de nacimiento” (1990) que, desde el título, constituye un homenaje a Chimbote, y llega con una poesía fresca, ágil, despejada, urbana, como el resultado de una intensa búsqueda por aparecer pleno de franqueza ante las contingencias y venturas de lo cotidiano, e introduciéndonos en la rebeldía que provoca la revisión de nuestro contexto desde el insufrible enmarañado del poder político.

Tampoco hay que olvidar su primera entrega, “Patio de prisión” (1981), inspirada en parte de un poema de Bob Dylan que divide a los habitantes del mundo en “presos y guardianes”, coincidente con el contexto ideológico de los violentos años 70. Pero deberíamos atender, además, “En la otra orilla” (1999), su último libro personal, cuyo contenido guarda uno de sus poquísimos textos narrativos que es, de principio a fin, una sátira de la falsa modernidad provinciana.

La revisión de su legado literario, sin embargo, estaría incompleta si no nos fijamos en esas dos importantes antologías preparadas para agasajar (a su manera) a Chimbote en su centenario: “Los hervores de Chimbote en ‘El zorro de arriba y el zorro de abajo’ de José María Arguedas” (2006) y “Chimbote: entre el fuego y el amor” (2006), conjuntos de ensayos y crónicas, respectivamente, que nos remiten a ese amor incondicional que Guzmán Aranda le profesó a esta tierra. Como buen sociólogo, su preocupación por los trastornos colectivos se mantuvo presente en sus lecturas; y para ello, fueron referentes fundamentales las entregas creativas y académicas de J.M. Arguedas, Julio Ortega, Tito Flores Galindo, Guillermo Thorndike, Pedro Alva García, Denis Sulmont, entre otros observadores del transcurrir de nuestra ciudad.

Es importante conocer más la intencionalidad temática y figurativa de la obra de Jaime Guzmán Aranda. Ojalá que ahora que anoto tales aspectos, se recuerde con emoción y se tome en cuenta el contenido de esa bella y justa dedicatoria de Óscar Colchado en una de sus recientes novelas: “A Jaime Guzmán Aranda, chimbotano hasta las lágrimas”.

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