Reciban el Espíritu Santo (Por: Fr Héctor Herrera o.p.)

Chimbote en Línea (Compartiendo) La comunidad de los discípulos está con las puertas bien cerradas. Tenían miedo de los judíos. Y mientras se encuentran así llenos de temor, Jesús el Resucitado les saluda: ¡La Paz esté con ustedes (v.19). Se les muestra tal como el que murió, con sus llagas. ¡Qué alegría experimentaron estos hombres! Él está allí en medio de la comunidad.

Porque es Él que nos une, congrega, alimenta nuestra fe para que seamos testigos de la vida. Y nos da una misión. “Como el Padre me envió, así yo los envió a Uds.”(v.21). Y Jesús reproduce el gesto de la primera creación, dándoles el aliento de vida (Gn 2,7; 1 Cor 15,42,50).

El primer fruto de la pascua es el Espíritu Santo. Es el Espíritu del Resucitado, el que les da fuerza de ser varones nuevos, que ya no tendrán miedo, sino con valentía anunciaran que Jesús es el Señor de la vida. Que así como Él ha vencido a la muerte, al mal, a la injusticia, a la opresión, así los discípulos daremos testimonio ante el mundo: que la vida es un don de Dios. Y que Jesús resucitado nos lleva a dar un paso de la oscuridad de las tinieblas del mal a la luz. 

Aún va mucho más allá: Él ha muerto para vencer al pecado que desune, desintegra la vida personal, comunitaria y la creación. Y por eso les da la misión de perdonar en su nombre, hacer una nueva creación donde cada uno se sienta reconciliado, amado, bendecido y protegido por ese Dios que ama con ternura y que defiende la vida. Esta reconciliación se desarrolla en la comunidad y su entorno, porque la creación se hace nueva en la persona de Jesús.

Cuando una persona no está dentro de la comunidad y se aparta no cree en la palabra de sus hermanos, como Tomás. Estaba ausente y dice, como pudiera decir uno de nosotros: “Si no veo en sus manos la marca de los clavos, si no meto el dedo en el lugar de los clavos y la mano por su costado no creeré”(v. 25). A veces no creemos porque queremos caminar al margen de los demás. Y la fe se vive y crece en comunidad. Por eso Jesús vuelve y otra vez se coloca en medio de ellos, para enseñarnos que sólo en medio de la comunidad experimentamos la fe. “Tomás, mira mis manos y toca mis heridas, en adelante nos seas incrédulo, sino hombre de fe” (v. 27). Y Tomás responde: “Señor mío y Dios mío” (v.28). 

La experiencia de Tomás, nos ayuda a afirmar que experimentar la fe en el resucitado se vive en una comunidad que va creciendo y madurando en la fe. Y que expresa esa fe a través de obras o signos, como era la primera experiencia de la comunidad cristiana: compartían la Palabra, la Eucaristía y la alegría de compartir el pan en las mesas de los necesitados (Hch 2,42-47).

Hoy como discípulos del  Resucitado, tenemos que ser comunidades proféticas, que defiendan la vida y los derechos de todo ser humano, que busquemos la justicia, la justa redistribución de los bienes, el cuidado de la creación, la defensa de las libertades y la realización de todo ser humano como criatura nueva en Cristo.(Por: Fray Héctor Herrera, o.p.)
 

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