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Animal político por naturaleza, ¡también los hombres de Iglesia!

Chimbote en Línea (Columnistas- P. Segundo Díaz Flores)  El filósofo Aristóteles, afirmaba que el hombre es un animal político por naturaleza -Zóon politikon (Cf. La Política Lib. 1). Negar a una persona opinar o participar el vida política del lugar donde vive, es negar el derecho de su naturaleza, a vivir en sociedad.

Hoy por hoy, muchas personas del ámbito político pretenden desacreditar cualquier intento de la Iglesia Católica  por incidir en la vida pública. Para justificar su postura, dichas personas argumentan que “la Iglesia no debe meterse en política” o de que hay que respetar “la separación entre la Iglesia y el Estado”. Tal afirmación o parecidas a ello, vienen de personas que dicen ser católicas o han sido fieles de la Iglesia, o profesan el cristianismo en otras agrupaciones.

Desearían que la voz oficial de la Iglesia (la que viene del Papa y de los Obispos en comunión con el Papa) sea silenciada en la esfera pública. La LIBERTAD RELIGIOSA, quieren confinarla al culto en los templos y sacristías. A dichas personas, se les conoce como laicistas. El laicismo, entendido como hostilidad e indiferencia contra la religión, es un atentado contra el derecho universal de libertad religiosa.

Querer que la Iglesia se calle, o por ende, pedirle a un Obispo de la Iglesia Católica, que no se meta en política, es atentar contra su naturaleza misma de ser humano, de persona, de ciudadano, lo cual debe ser rechazado por todos aquellos que queremos ser gobernados por la racionalidad y no por la imposición indigna de ideas, muchas veces a través de la persuasión económica, comprando conciencias. Los católicos tenemos el deber de rechazar todo aquello que se opone a los valores del Reino de Dios.

Así nuestra actitud ante lo dicho debe ser lo que la Iglesia nos enseña: "El ciudadano tiene obligación en conciencia de no seguir las prescripciones de las autoridades civiles cuando estos preceptos son contrarios a las exigencias del orden moral, a los derechos fundamentales de las personas o a las enseñanzas del Evangelio.

El rechazo de la obediencia a las autoridades civiles, cuando sus exigencias son contrarias a las de la recta conciencia, tiene su justificación en la distinción entre el servicio de Dios y el servicio de la comunidad política. “Dad [...] al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22, 21).

“Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5, 29): «Cuando la autoridad pública, excediéndose en sus competencias, oprime a los ciudadanos, éstos no deben rechazar las exigencias objetivas del bien común; pero les es lícito defender sus derechos y los de sus conciudadanos contra el abuso de esta autoridad, guardando los límites que señala la ley natural y evangélica» (GS 74, 5). (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica n. 2242)

Por otra parte, la pretensión de hacer callar la boca a los cristianos católicos, sobre todo a nuestros pastores, los obispos, por el hecho de ser cristianos católicos, no solamente va en contra de toda democracia y de la libertad religiosa,  sino, va en contra de la misma naturaleza humana de la persona.

Es un hecho incontrovertible que el ser humano, todo hombre (varón y mujer) es en su esencia, en su naturaleza un ser social, un ser político. Pretender, cuando los demás no comparten procedimientos políticos que se apartan de la ética, de la moral y buenas costumbres, querer limitar su dimensión religiosa a la esfera eclesial o privada es una burda falacia y constituye una amenaza para la misma democracia.

Se corre el riesgo de anular el diálogo intra-social, tan necesario para el fundamento  y progreso de una sana democracia, donde todos, creyentes y no creyentes, cristianos católicos y cristianos no católicos, tienen el deber y el derecho de ofrecer su aporte al bien colectivo, opuesto al bien individual y particular, de unos pocos politiqueros, tan ajenos a los principios de la Doctrina Social de la Iglesia.

Estos principios se fundamentan en la Dignidad de la Persona Humana: El principio de bien común, la subsidiariedad, la participación, el destino universal de los bienes y la solidaridad; los mismos que se articulan con los valores sociales inherentes a la dignidad de la persona humana: la verdad, la libertad, la justicia y el amor (cf. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia Católica ns. 160-208).

Cuando estos principios y valores son vulnerados por la misma autoridad, entonces la Iglesia fiel custodia de la dignidad humana, alza su voz profética para anunciar los valores del Reino de Dios y para denunciar el pecado, también los pecados sociales, como son todo tipo de estructuras de corrupción social, que promueven la mentira, la injusticia, la violencia y la muerte.

La voz del pueblo es la voz de Dios, pero no es la voz de un pueblo cómplice del mal, sino que la voz de Dios es la voz del Pueblo de Dios, de la Iglesia, esposa de Cristo, que prefiere ser fiel a su Señor, que a los antivalores contrarios al Reino de Dios.

Por ello, la Iglesia Católica, fundada por Cristo, tiene el deber y el derecho de instruir a sus fieles respecto de sus deberes y obligaciones políticas, esto se funda en el hecho que la Iglesia es “columna y fundamento de la verdad” (1 Tm 3, 15).

La Iglesia ha recibido del mismo Cristo el mandato de de anunciar la verdad que salva (Lumen Gentium n. 17). La Iglesia siempre y en todo lugar debe proclamar los principios morales, incluso los referentes al orden social, así como dar su juicio sobre cualquier asunto humano, en la medida en que lo exijan los derechos fundamentales de la persona humana o la salvación de las mismas. (Cf, Catecismo de la Iglesia Católica n. 2032).

La Iglesia Católica tiene legítima competencia en la dimensión moral presente en  todos los asuntos humanos, también los políticos. Pues la dignidad de la persona, los principios y valores que la protegen y su destino eterno, se pone en juego cuando el poder de los gobernantes o de cualquier otra fuerza irracional o antidemocrática, la ponen en peligro.

Se trata de  pedir la observancia de la ley natural, que es la moral universal que obliga a todos los seres humanos en conciencia y que es la base de los derechos humanos fundamentales y de su debido respeto (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica n. 1596).“La autoridad del Magisterio (el Papa y los obispos que están en comunión con él) se extiende también a los preceptos específicos de la ley natural, porque su observancia, exigida por el Creador, es necesaria para la salvación (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica n. 2036)

En conclusión, no hay justificación alguna para las ideologías o personas antieclesiales, pretender silenciar a la Autoridad de la Iglesia cuando sus enseñanzas morales comprometen a las cuestiones políticas, en temas de defensa de la dignidad humana, y de todo aquello que la denigra o la elimina, como la corrupción, las injusticias, las mentiras, la violencia, la muerte, ideologías anti vida, etc; o cuando sus fieles actúan en conformidad a las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia en  la cosa pública.

No se pueden justificar aquellos católicos que pretenden desobedecer a la Iglesia en estos asuntos, porque al hacerlo desobedecen al mismo Cristo, quien dijo a sus Apóstoles, a quienes actualmente suceden el Papa y los Obispos: “quien a ustedes escucha, a mí me escucha; y quien a ustedesrechaza a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí rechaza al que me ha enviado” (Lucas 10:16, cf. Catecismo de la Iglesia Católica, ns. 87, 858, 861 y 862)