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Ven Espíritu Santo, padre amoroso del pobre

Chimbote en Línea (Por: fray Héctor Herrera) Los discípulos temerosos, por el enfrentamiento con las autoridades judías, permanecían encerrados (V.19). Jesús les da la paz, el Shalom. La paz  es fruto de la Justicia.

Este saludo significa tranquilidad, orden consigo mismo y los demás, fortaleza contra toda injusticia, corrupción, inseguridad. La misión de la Iglesia naciente como la de hoy, tiene que ser una función profética “Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo” (v.21). Instaurar el reino de  paz, promover el derecho y la dignidad de todo ser humano porque “el efecto de la justicia será la paz, la función de la justicia, calma y tranquilidad perpetuas” (Is. 32,17). Sopla sobre ellos (v.22).

Les da el Espíritu Santo, que es como una nueva creación. La Iglesia nace por la fuerza del Espíritu. Les da y nos da el aliento de vida para fortalecer nuestra fe. Nos convoca a la unidad y a la reconciliación: “Reciban el Espíritu Santo, a quienes perdonen los pecados les quedan perdonados y a quienes se los retengan les quedan retenidos (v.23). Jesús ha cumplido la voluntad de su Padre, nos invita hoy a realizar su misión. El aliento de la vida, unido a la paz  destruye el pecado, la división, la soberbia y el egoísmo.

La novedad de la primera comunidad cristiana es que vence el miedo y está llena del Espíritu de Dios para emprender un nuevo caminar. Caminar según el Espíritu es lo que nos hace comprender Pablo: es dar frutos de “amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí mismo” (Gal 5,22-23). Es crear condiciones y valores nuevos de confianza, cercanía, testimonio de la Palabra de vida en nuestras relaciones personales y comunitarias.

Pentecostés unifica. El lenguaje de Dios unifica, respetando las diferencias. La fuerza del Espíritu lleva a los discípulos a anunciar el reino de Dios. Es el nacimiento de la Iglesia a la misión de ser anunciadora de buenas nuevas (cf. Hch 2,1-11). Pentecostés, cincuenta días después de la Pascua, marca el nacimiento de la Iglesia. Es la garantía que Dios conduce a su pueblo, con ese espíritu de verdad y de libertad. Los discípulos ya no sienten temor, se convierten en una comunidad profética, abierta a toda la humanidad.

Lucas nos describe que el don de lenguas, significa el proyecto salvífico de Dios en su propia lengua y cultura. El Espíritu Santo unifica, crea armonía en una humanidad dividida. Es el Espíritu de Dios que reconcilia y armoniza a la humanidad para encontrar en Dios la fuerza y la sabiduría que nos hace comprender la urgencia de vivir una vida según el Espíritu. Jesús al soplar sobre ellos, le dio discernimiento, alegría y poder para perdonar los pecados.

Hoy fiesta de la Iglesia, renace con la fuerza de Dios, para ser testigo de la verdad, la justicia y la paz, para reconciliar y sanar las heridas, para darnos la fuerza y el coraje para ser testigos del Resucitado, en medio de un mundo que necesita luz y claridad, para vigilar que todo ser humano imagen viva de Dios sea respetada, amada y promovida en su dignidad como persona. Los valores del evangelio son garantía de fidelidad al Señor.

Así lo comprendió el beato Mons. Oscar A. Romero, cumplió su misión profética consolando, dando aliento de vida y protegiendo la vida de los pobres del Salvador, lavando las manchas de la sangre inocente derramada por los injustos, con su propia vida. Sólo la fuerza del Espíritu de Dios hará posible una comunidad nueva, fraterna, reconciliada.