¡Vamos a la fiesta de la Eucaristía!

Por: P. Matías Siebenaller

Chimbotenlinea.com (Diario diocesano Mar Adentro Nº 51).- Hoy celebramos la fiesta del Corpus Christi en la Plaza de Armas de Chimbote.  Una brisa refrescante desde el mar acogerá a los que vienen de lejos.  No faltarán palomas y gaviotas para aletear sobre esta muchedumbre “de todas las sangres” y presagiar un gran regalo para todos.  También habrá arreglos florales atractivos donde destaca la mesa para celebrar la Cena del Señor.

Es importante que se convoque este día toda la creación, porque en la Eucaristía hasta las fuerzas cósmicas son asumidas para encontrar en el Amor de Dios su realización plena.  “La belleza no es un elemento decorativo de la acción litúrgica; es más bien un elemento constitutivo, ya que es un atributo de Dios mismo en su revelación.  Conscientes de esto, hemos de poner gran atención para que la acción litúrgica resplandezca según su propia naturaleza”  (Cf. Sacramentum Caritatis 35).

 Sintámonos a gusto y en casa propia en medio de esta asamblea variopinta.  Aquí cabemos todos, con nuestras originalidades  y diferencias, con nuestras riquezas y pobrezas.  Toda Eucaristía tiene y despliega una dinámica inclusiva.  El saludo del Obispo desea la misma ventura a todos: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes”.  Nos ha invitado el Buen Pastor.  El que llama a cada una de sus ovejas por su nombre.  El que anda en busca de la oveja perdida.  El que espera con ternura el regreso del hijo pródigo.

 Cada Eucaristía es promotora de unidad en la Iglesia y en el mundo.  Reconozcamos al inicio de la misa nuestras faltas de caridad y acojamos el perdón de Dios para perdonarnos mutuamente.

 Permitamos, lectores y oyentes, que el Señor nos hable al corazón.  Conocer al Señor por la liturgia de la Palabra nos prepara para reconocerlo con gratitud y alegría en la Eucaristía.  La asamblea que escucha la verdad, se ofrece para obrar la verdad.  “Bienaventurados los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica”  (Lc 11, 28).

 Todo en la celebración eucarística gravita hacia el memorial de la pascua de Jesús, de su muerte y de su resurrección.  Hoy y ahora podemos acoger el don de la salvación.  En cada Eucaristía nos inunda el mismo amor que se derramó en la cruz.  “Yo cuando sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mi”  (Jn 12, 35).

Con reverencia y disponibilidad recordemos: “Gratuitamente han recibido, den también gratuitamente” (Mt 10, 8).

 Ahora, en procesión, caminamos con el Señor por los caminos de nuestro mundo.  Siempre seremos peregrinos, caminantes, navegantes.  Parece que nunca llegamos a buen puerto.  Hoy, orando y cantando, profesemos: Quien camina y navega con el Señor, ya está anclado en lo definitivo.

 Nos conviene que el Señor se fije en las fachadas que bordean nuestros caminos y que nosotros no escondamos lo que pasa detrás de nuestras fachadas.  Queremos ser la Iglesia renacida en Vaticano II: “El gozo y la esperanza, las tristezas y angustias del hombre de nuestros días, sobre todo de los pobres y de toda clase de afligidos, son también gozo y esperanza, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo, y nada hay verdaderamente humano que no tenga resonancia en su corazón”. (GS 1).

 “Hagan esto en memoria mía”.  Que sigan resonando estas palabras del corazón de la Eucaristía en nuestras conciencias.  Sí, somos llamados a dar verificación de la Eucaristía en nuestra manera de actuar.

 Acciones, obras, iniciativas, intervenciones nos son pedidas para demostrar la autenticidad de la celebración de la Cena del Señor.  “El que pasó haciendo el bien” (Hch 10, 38),  nos urge ser fieles a su Palabra (Cf Jn 2, 5) y su ejemplo (Cf Jn 13, 15).  “Danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana, inspíranos el gesto y la palabra oportuna frente al hermano solo y desamparado, ayúdanos a mostrarnos disponibles ante quien se siente explotado y deprimido.  Que tu Iglesia, Señor, sea un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz, para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando”. (Plegaria eucarística Vb).