Chimbote en Línea (Por: Fray Héctor Herrera OP) En el evangelio de Lc. 16,19-31, Jesús se dirige a los fariseos y a los amigos del dinero, que se burlaban de él. Se trata de un hombre rico sin nombre, había perdido su dignidad, porque su dios era su riqueza y se banqueteaba cada día.
A su puerta, como lo están hoy, estaba un pobre: Lázaro, cuyo nombre significa “Dios ayuda”. El, sí tenía dignidad, porque había puesto su confianza en Dios.
Hay un contrastante: El rico derrocha su riqueza en el lujo y la opulencia, como hoy se malgasta el dinero. Y un pobre cubierto de llagas, que quería saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico.
Al morir su vida se invierte. El rico murió y bajó al hades, significa que su vida ha sido un fracaso. En cambio Lázaro goza de la presencia de Abraham, que expresa la justicia de Dios.
El rico no es condenado por su riqueza, sino por su indiferencia, su falta de solidaridad y de compasión hacia el pobre. Un abismo de egoísmo y de insolidaridad lo separa, como hoy nuestra sociedad: la abundancia de la riqueza excluyente frente a la pobreza creciente, la insensibilidad social y política frente a los pobres Lázaro de hoy.
El rico pide a Abraham que le de una gota de agua que simboliza las necesidades de aquel que sufre. El recibió bienes que no los supo compartir, porque acaparó, no se hizo humano, se deshumanizó. Así pasa en la sociedad que crece en el desarrollo económico y en la riqueza de unos pocos, se deshumaniza.
Lázaro se ha humanizado, porque ha puesto su confianza en Dios. Ha luchado en esta vida, no perdió su dignidad como persona, como hoy nuestros pobres luchan aún cuando las autoridades son insensibles.
La lucha contra la pobreza es un desafío para todo cristiano. Bien decía el Papa Juan Pablo II: "No sería cristiano, ni siquiera humano, que, en tiempos difíciles de crisis económica y de grave desocupación, quienes se encuentran libres de tales problemas mantuvieran un ritmo de vida hecho de ostentación, de lujo y de consumismo, que constituiría una ofensa para tantas familias".
“Un abismo inmenso se abre entre nosotros” (v.26) significa que ya no se puede cambiar de vida. Ambos tuvieron la oportunidad: la libertad de elegir: el amor a Dios y al prójimo o el rechazo de este amor. Se nos ha revelado el amor al prójimo, la justicia a través de la Ley y los profetas y a rechazar toda clase de violencia, de humillación e injusticia. Esa conducta inhumana y sin corazón se le reprocha al rico. Si quieres ser feliz no seas insensible a tu hermano, a la crisis familiar, escúchalo, acógelo y ten un corazón abierto que comparte y se solidariza.
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