Chimbote en Línea (Especiales).- Hace unos años (1980) fue asesinado en Bolivia el cura jesuita Lucho Espinal. Sobre su escritorio –irónicamente- encontraron el borrador de un artículo para el periódico titulado: “No queremos mártires”.
Allí afirmaba Lucho que la búsqueda de mártires es propia de ciertos sectores antipopulares (El grupo político desplazado tiende a la mística del martirio; procura sublimar la derrota. En cambio, el pueblo no tiene vocación de mártir). Carlos Mugica es mártir; ¿qué decimos, al reconocerlo como tal? En cristiano, el mártir es uno que da vida en lo cotidiano, en el día a día; va gastando su vida en favor de sus hermanas y hermanos, y un día –sin él quererlo- le arrancan la vida porque molesta.
Molesta su causa, molesta su palabra, molesta su vida. Carlos molestaba. Los pobres molestan. Y quien se compromete luchando junto a los pobres por su liberación, ¡claro que molesta! Como sigue molestando quien lucha por la justicia y por la vida digna.
Con su vida y su muerte, Carlos mostró en qué y en Quién creía. Y desde dónde hablaba, pensaba y vivía. Dios no quiere mártires, porque es Dios de vida, pero ante esa situación provocada por los violentos de siempre, Dios queda del lado de las víctimas. Y Carlos fue y es una palabra de Dios. Para ayer y para hoy. Carlos mostró al Dios de los pobres, porque allí está Dios, allí lo encontraremos.
Escondido en el barro, en la fiesta popular, en las lágrimas de los que ayer y hoy son maltratados por los poderosos (no hace falta destacar que todavía hoy la Villa 31 sigue siendo lugar de dolor de muchos y ambición de algunos). La crítica a la soberbia armada y el enfrentamiento explícito contra El Brujo, y sus bandas para-militares - sindicales armadas, puso a Carlos entre dos fuegos. Pero el inocente siguió andando nomás, allí con sus hermanos villeros.
Las balas de la metralla con que las 3A empezaba a preparar el anticipo de la posterior represión de la dictadura cívico militar, calló su voz, pero no calló su vida. No calló la voz de Dios que siguió gritando. Y sigue hablando. El testimonio (mártir es testigo en griego) de Carlos mostró a todos una palabra. Un compromiso. Mostró a Dios. Muchos profesionales de Dios, purpurados ellos, siguieron hablando del Dios de los escritorios y los dólares, y pasaron a la historia de la insignificancia. Carlos reveló, habló y muestra, el Dios de los pobres. El Dios de Jesús. Y unido a Jesús asesinado y resucitado, Carlos sigue predicando.
Siendo que Dios –como Carlos- quedó del lado de los pobres, nos siguen escandalizando (como a él el Sheraton y los Torino) las ostentaciones de riqueza, la leche derramada que no es negociada, los dólares fugados, y las mesas de enlace con el poder. Del otro lado están los pobres, del otro lado está Carlos. Porque sigue estando. Sigue hablando. Sigue cantando: ¡con nosotros, Dios, está…! No queremos mártires, queremos miles de militantes que apuesten por la vida de los pobres, aunque los de siempre quieran callar su voz. «Nada ni nadie me impedirá servir a Cristo y su Iglesia luchando junto a los pobres por su liberación. Si el Señor me concede el privilegio –que no merezco- de perder la vida en esta empresa, ¡estoy a su disposición!»
Escrito por: Eduardo de la Serna
Publicado: http://amerindiaenlared.org/
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