Chimbote en Línea (Economía) Presentamos las cifras más importantes, pero que contrastándolas con la realidad que muestran no es la que suelen darnos la mayor parte de los grandes medios de comunicación masiva.
Quizás si el contraste mayor es aquel entre la inmensa riqueza producida, crecimiento del PBI, y los pobres resultados sociales. La riqueza creada se ha multiplicado por tres en los últimos 20 años pero esto solo ha producido un 12% de la PEA ocupada con trabajo decente, es decir trabajo con plenos derechos, en planilla. Asimismo, la creación de esta inmensa riqueza tampoco ha afectado la desigualdad social que permanece alrededor de 0.5 del índice Gini en los últimos 25 años.
La pregunta es entonces de cajón: ¿podemos considerar como desarrollo tan solo el crecimiento del PBI que llena los bolsillos de unos pocos y no tomar en cuenta la aguda desigualdad social y el poco trabajo creado. Creemos que definitivamente no. Para hablar de desarrollo debemos de tener un crecimiento que se exprese en una mejora de las condiciones sociales. De lo contrario, la fiesta tiene muy pocos invitados.
Este contraste también se va a reflejar en las pobres condiciones de otros derechos sociales fundamentales como son la educación, la salud y las pensiones.
En educación, nuestro bajo rendimiento en las mediciones de calidad se explica por la insistencia en darle un bajísimo presupuesto al sector, entre los más bajos de América Latina, como porcentaje del PBI.
En salud, andamos al revés, en lugar de haber un mayor gasto público hay un mayor gasto privado, expresando los intentos de privatización del sector, lo que comparativamente nos coloca también a la zaga de otros países. En pensiones, las 3/4 partes de la PEA no aporta a ningún sistema pensiones y las 2/3 partes de los mayores de 65 años no tiene ningún sistema de jubilación.
Por estas razones podemos observar una tendencia creciente de los conflictos sociales en los últimos diez años y un peso significativo y también creciente de los conflictos socio ambientales relacionados con la explotación minera.
Por último, vemos que la satisfacción con la democracia se encuentra muy por debajo del promedio latinoamericano, a pesar de que el último año de la medición es el 2011, caracterizado por la esperanza electoral en un nuevo gobierno.
Asimismo, la aprobación de los tres poderes del Estado, de una fecha más reciente, nos señala bajísimos niveles, en dos de los casos, cercano o alrededor de un dígito. Todo esto reflejo de las contradicciones señaladas líneas arriba. (Fuente: Otra mirada)
Cuando observamos entonces el reflejo de los números en la situación de todos nuestros compatriotas y no solo de unos cuantos, el bienestar es elusivo para la mayoría y vemos que nos queda aún mucho por hacer.
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