También es legítimo para los peruanos que fueron víctimas de la insanía y de la crueldad construida desde un plan absurdo para enfrentar a la subversión, reclamar Justicia, Paz y las máximas sanciones para los asesinos que les arrebataron a sus seres queridos, arrancándolos de sus hogares, con la sola sospecha o acusación de quienes hicieron mal uso del poder.
Tras 20 años, los familiares de los 9 campesinos de Santa, los deudos de la matanza de Barrios Altos, ó las hijas del asesinado periodista Pedro Yauri, tendrán que revivir la indignación, el dolor y la impotencia de que en nuestro país la justicia no es para los que menos tienen.
Y es que este absurdo fallo de la Sala Penal Permanente de la Corte Suprema denominado “fallo Villa Stein” que a todas luces favorece a los asesinos del “Grupo Colina” abre grietas muy profundas en nuestra sociedad.
Cómo podemos hoy enseñarle a los jóvenes peruanos que nuestra sociedad está cimentada en valores sólidos de respeto a los derechos humanos, de honestidad y de un trato igualitario a todos los peruanos, sin distinciones; si el mensaje que emitimos con estas decisiones judiciales es que el respeto por la vida humana en el Perú es lo que menos importa, pues se anteponen otros intereses (Políticos, económicos y sociales).
Mediáticamente Javier Villa Stein y los demás integrantes de esta sala se encuentran en el “ojo de la tormenta” y posiblemente tras este fallo que están tratando de explicar y justificar sean señalados por la historia peruana, como los que profundizaron más las grietas sociales y la irreconciliación que hoy divide a nuestro país.
Pero sobre todo, serán señalados por este acto de impunidad al tratar de darle un rostro de justo fallo a una barbaridad jurídica que ni la historia, ni los peruanos, podremos perdonar.