Chimbotenlinea.com (Por Fray Héctor Herrera OP).- El Espíritu de Dios, es un don que orienta al pueblo a realizar el plan de Dios. No es exclusividad del grupo: “Aquél que haga un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí” (v.39). Jesús nos habla hoy de estar abiertos al espíritu de Dios, no actuar por rivalidades o celos ni provocar el escándalo. Esto nos narra el evangelio de Mc. 9,38-48.
Jesús como el buen maestro, quiere darnos una hermosa enseñanza, Juan, como nosotros, siente que son los únicos elegidos a realizar la misión en el nombre del Señor. Se queja que uno que no pertenece al grupo expulse los demonios en su nombre (v. 38). Y Jesús nos enseña la apertura al espíritu de Dios, la tolerancia y la capacidad de reconocer que Dios se hace presente en el que obra rectamente.
En nuestra sociedad hay que ver ejemplos de personas que se dedican a sanar la vida de las personas, realizar obras de caridad, sin buscar el reconocimiento y que calladamente van educando, formando y fortaleciendo las organizaciones de su pueblo por amor a Dios y a su prójimo. Aún un vaso de agua (v. 41), dado en el nombre de Jesús, es dar vida, esperanza, dedicación, esfuerzos por crear una mejor calidad de vida integral: espiritual, moral sicológica, social, humana, son signos y señales del crecimiento del amor integral de un Dios que se acerca, se humaniza y espiritualiza la humanidad.
Hoy en día en una humanidad que escandaliza no sólo con las distancias entre extrema riqueza y pobreza. La riqueza mal adquirida, pese a los insistentes reproches de la biblia (Lev 19,13; Dt 24,15) y de los profetas (Mal 3,5) debido al pago injusto a los obreros, por haber engordado a costa del inocente, clama al cielo (St 5,1-6).
Estos extremos también se dan en la falta de inversión, planificación, insensibilidad hacia los problemas de salud, nutrición y educación. La indolencia e indiferencia, la trata de personas, la explotación de niños, as, la discriminación, la pornografía y abusos sexuales, las amenazas contra la vida y seguridad de las personas, son obstáculos para vivir en una sociedad con rostro más humano.
Jesús hoy nos enseña a dejarnos guiar por el Espíritu de Dios, para poder comprender que la semilla del reino de Dios está presente en toda persona que con sinceridad busca a Dios para cumplir su plan de amor y de respeto por la vida humana. Que el Espíritu de Dios está presente en toda persona, como Moisés el amigo de Dios, que no fue celoso, sino abierto a ese Dios, que se manifiesta en la historia, en el buen gobierno de los ancianos o responsables del pueblo que le ayudaban en la tarea de conducir a su pueblo por los caminos de la libertad, verdad y justicia. En este sentido dice Moisés: “Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta”(Nm 11,25-29). Ojalá tuviéramos la capacidad para saber discernir de acuerdo al plan de Dios, que es lo mejor para nuestro pueblo.
Entonces la autoridad se transformaría en servicio y dedicación a mejorar las condiciones de vida de todo un pueblo. Los cristianos seríamos capaces de amarnos, solidarizarnos y ayudarnos unos a otros, como signo de testimonio que la Palabra de Dios va tomando carne en nuestras propias vidas.