(Por: Fr. Héctor Herrera, OP) El evangelio de Jn 12,20-33 nos narra que “unos griegos que habían subido para la fiesta de Pascua quieren ver a Jesús”. Se lo piden a Felipe (v. 20-21). Jesús responde: “Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado” (v.23).
La hora, aparece tres veces en el evangelio de Juan, se refiere a la nueva alianza que sellará con su pueblo, de la cual nos habla el profeta Jr. 31,31-34: “meteré mi ley en tu pecho, la escribiré en su corazón, yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo; ya no tendrán que enseñarse unos a otros, mutuamente diciendo: tienes que conocer al Señor, porque todos, grandes y pequeños, me conocerán”. Jesús nos enseña que Dios se mete en tu corazón para que obres rectamente.
Y es el servicio de amor, de entrega, de misericordia, lo que define la hora de Jesús y de todo cristiano: “si el grano de trigo caído en la tierra, no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto”. Es el momento supremo del amor de Jesús. Se refiere a su pasión, que es el mayor servicio a la humanidad: dar su vida para que en él tengamos vida. Él nos revela al Dios de la vida. Quien se busca a sí mismo pierde el horizonte de la vida, en cambio quien la entrega por amor a sus hermanos, le da un nuevo sentido. Y de esto dan testimonio los mártires, el P. Sandro Dordi, sabía que lo iban a matar, pero se quedó en medio de los pobres campesinos.
El servidor de Jesús está allí donde está Jesús (v.26), dando testimonio de servicio y de entrega. Recuerdo a la Hna. María Teresa Ruíz, o.p. con qué amor y entrega dedicaba su vida a los enfermos de uta, a los cargadores y trabajadores más pobres. Entregó su vida por los pobres y aún en su enfermedad de cáncer me decía: uno mis sufrimientos a la pasión de Cristo, para que los pobres tengan una mejor calidad de vida. A veces, como los judíos, no queremos entender ni comprender a Jesús.
Jesús siente angustia, como hombre, frente a una muerte injusta (v.27). Pero encuentra en su Padre la fuerza que lo glorifica. En Jesús muerto en la cruz, se manifiesta la gloria en su resurrección. El mundo ha sido juzgado en su muerte y resurrección. El triunfo de la vida sobre el pecado y la muerte manifestado en diversas formas de injusticias: el no respeto por la vida humana, la violencia, niños muertos como en Afganistán, ceguera de egoísmos frente al hambre, la desocupación y el maltrato de la persona y del medioambiente.
“Cuando yo sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí” (v.32). Es en la cruz donde los cristianos tenemos vida. Es confrontar nuestra vida: ¿cómo vivimos con Jesús y cómo lo comunicamos a los demás? ¿Servimos y amamos como Jesús a nuestros prójimos? ¿Optamos como Jesús por los más desvalidos para que tengan nueva vida? ¿Cómo somos testigos de la vida?