Chimbote en Línea.- Mt 3,13-17: nos presenta a Jesús que va de Galilea al Jordán para ser bautizado por Juan (v.13), antes de comenzar su misión. Juan se resiste ante el pedido de Jesús: “Soy yo quien necesito que tú me bautices” (v.14). Jesús insiste, “haz lo que yo te digo, pues de este modo conviene que realicemos la justicia plena” (v.15). Se refiere Jesús, a la íntima relación entre el hijo y el proyecto del Padre. El bautismo es la plenitud de la justicia de Dios. Las actitudes y comportamientos de Jesús tienen como fin hacer la voluntad de Dios. Su obediencia y apertura a la acción de Dios afirma su condición de hijo. Esta identidad de Jesús con el Padre. se corrobora en los sucesos que acompañan el bautismo: el cielo «se abre», (v.16) desciende el Espíritu, y se escuchó una voz: “Este es mi Hijo querido, mi predilecto” (v. 17). Es «hijo» a la manera del siervo sufriente de Isaías (Is 42,1): hijo obediente que se encarna en la historia y participa completamente de la realidad humana. El Espíritu de Dios lo habilita para ser alianza y luz (Is. 42,6).
El bautismo, en consecuencia, provoca y muestra la actitud de toda persona abierta a la voluntad de Dios; y hace asumir, como modo normal de vida, el llamado a ser hijos de Dios, identificándonos en todo con el Padre y procurando, con nuestro actuar, hacer presente la justicia y el amor de Dios.
El Bautismo de Jesús, cierra el ciclo de Navidad e inaugura a la vez la primera semana del tiempo ordinario. Así culmina la manifestación de Jesús como Hijo de Dios que hemos celebrado a lo largo de toda la Navidad, y se nos presenta a un Jesús ya adulto, dispuesto a iniciar su ministerio público.
El bautismo de Jesús tiene que hacernos reflexionar como ligar nuestro bautismo a la misión, a una nueva actitud de conducta ante Dios, para asumir nuestro compromiso con hijos de Dios, llamados a la libertad.
Jesús, el hijo del Eterno Padre Dios, como hombre se identifica con ese pueblo pecador, para cambiar el curso de la historia humana y para dejarnos guiar por Dios, como el Señor nuestra vida. Jesús inaugura el proyecto de salvación que Dios tiene para toda la humanidad. Consciente de su misión inicia un nuevo camino que nos conduce a Dios. Esto nos lleva los creyentes a aceptar a Jesús, obrando rectamente para ser hijos de Dios. Él es el evangelio viviente, la buena noticia que esperábamos y que está en medio de nosotros.
Jesús “es el elegido de Dios con el Espíritu Santo que pasó haciendo el bien y sanando a los poseídos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hch 10,38). Este es el testimonio de Pedro de Jesús. Es la confesión del apóstol de la misión de Jesús y de la misión a la que nos envía. En este caso Pedro, incorpora a Cornelio a la comunidad cristiana por medio del bautismo.
Nosotros nos incorporamos a la misión de Cristo y de su Iglesia por medio del bautismo que nos lleva a ser personas nuevas, por el encuentro con Jesús y el testimonio de vida. ¿En qué conocerán que somos discípulos y discípulas de Jesús? En el amor a Dios y en el servicio de entrega a nuestros hermanos. Cuando los creyentes hoy somos transparentes y damos testimonio de una vida nueva combatiendo la corrupción, los poderes de la muerte y oscuridad que se oponen a la luz y a la común unión de la familia humana. (Por fray Héctor Herrera, o.p.)
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