Chimbote en Línea (Evangelio Dominical).-María Teresa, dedicaba su vida como enfermera y religiosa, a los enfermos de uta, que venían de la selva. Toda su preocupación eran los enfermos, en especial los excluidos, porque quería que se integraran al seno de su familia y de la sociedad.
El evangelio de Lc 17,11-19 nos dice que Jesús camino a Jerusalén, le salen al encuentro diez leprosos. Eran marginados sociales, porque la lepra los excluía de todo contacto humano. Y si eran sanados, según la Ley judía, debían presentarse al sacerdote, para que certificara que estaban sanos. Uno, de los diez, al verse sanado, vuelve alabando y dando gracias a Dios. Se postra ante Jesús, quien le pregunta ¿No recobraron la salud los diez? ¿Y los otros nueve ¿dónde están? Ninguno volvió a dar gloria a Dios, sino este extranjero? (v.17-18). Y este extranjero era un samaritano, un rechazado por los judíos, él sí tenía fe. Ha sido sanado por el poder de la Palabra de Dios. Se siente agradecido porque Jesús lo ha sanado.
Ve mucho más allá de su sanación física. Ha sido tocado en lo profundo de su corazón y ha descubierto el don de la gratuidad de Dios y se inclina para dar gracias a Dios por la salud recibida. ¡Cuán agradecidos debemos estar con Dios! Porque Él quiere sanarnos de las enfermedades, de la pandemia de la corrupción, de las lepras morales que circundan nuestra sociedad, donde se pretende lograr el poder, no importa si destruyendo a la otra persona, la ambición del dinero antes que el servicio, la injusticia y el adormecimiento de las conciencias son obstáculos para recibir la sanación de Dios.
¡Ponte de pie y vete, tu fe te ha salvado! (V.19), le dice Jesús al samaritano sanado. Es la fuerza de la Palabra viva de Jesús, que nos dirige hoy: Pongámonos de pie para emprender un nuevo camino. Confiemos en la Palabra de Dios que edifica y construye nuevas vidas. Comprometámonos con Cristo para revestirnos de sentimientos de generosidad, de gratitud. Busquemos que el amor de Dios sea reconocido en las acciones cotidianas para saber dar gracias a Dios por el don de la vida y para que las autoridades se preocupen por acoger y ayudar a sanar a los más pobres. Dar alimento a los niños y superar la realidad de pobreza y desnutrición. Educar a nuestro pueblo que es transformar su mente y su corazón para desarrollarse integralmente.
Nuestra sociedad necesita redescubrir a este Dios misericordioso que nos muestra Jesús. Este Dios que ama la vida y quiere lo mejor para sus hijos. Es reconocer el amor de Dios y el amor a los hermanos, en las circunstancias más difíciles.
La fe en la persona de Jesús, es lo que motivó al samaritano, a volver porque había descubierto a ese Dios que acompaña, que está más allá de la Ley. El abrió los ojos a la Buena noticia. También estamos llamados a abrir los ojos y a ponernos en camino a ser nuevas personas, ser agradecidos con Dios, a colaborar por defender la obra de la creación y sembrar la pureza de vida que nos libere de las lacras morales que empañan esa presencia amorosa y cercana de unos a otros.
Sean agradecidos en todo momento. Oren y trabajen para que la luz de Cristo reine en nuestros corazones y en el corazón de la sociedad. (Por: Fray Héctor Herrera, O.P.)
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