Amar es practicar su palabra

Chimbote en Línea (Evangelio Dominical - Por: Fray Héctor Herrera).- Matilde está despidiéndose de sus nietos, a quienes había criado como a sus hijos: “Lo único que me da pena es dejarlos huérfanos. Ámense como yo los he querido. Esta será mi mayor alegría, si permanecen unidos”. Ese amor y ternura que siente una madre por sus hijos, lo sentía Jesús por sus discípulos.

El evangelista Juan 14,23-29 nos habla del amor de Jesús por nosotros y como nosotros debemos amar a Jesús para estar  unidos a Él y a su Padre: “si alguien me ama cumplirá mi Palabra, mi Padre lo amará, vendremos a él y habitaremos en él” (v. 23). Este amor es comunión que nos lanza a salir de nuestro egocentrismo, para experimentar el amor de comunión que nos conduce a crecer como personas, a encontrar el sentido de la vida y de la luz de Jesús. Porque su Palabra nos transforma y nos compromete a vivir en serio el amor a Dios y a los demás.

Hoy el evangelio, nos habla de la despedida de Jesús que vuelve a su Padre con alegría. Nos ha comunicado la Palabra de su Padre (v.24). Y nos promete al Espíritu Santo, el Defensor que el Padre enviará, nos enseñará todo (v.26). Y nos recordará todo lo que Él nos enseñó: amarnos como Él nos amó. Nos da la paz, la renovación consigo mismo, con los demás y con Dios. Esto nos permite tomar conciencia que para amar a otro, hay que amarse. Y mirar la vida siempre con una mente y un espíritu positivo.

Jesús no nos deja solos. “El Espíritu Santo que enviará mi Padre en mi nombre” (v. 26) les enseñará todo. Es el Espíritu de la verdad, el abogado, el consejero que nos abre los ojos a la presencia de Dios y a descubrirlo en los signos visibles de su amor. Es el Espíritu Santo que nos ayuda a descubrir el amor del Padre como fuente de amor. Y el que nos mueve a trabajar por la paz hoy más que nunca, desde el centro del hogar, en la sociedad, en el mundo.

Escuchar la Palabra de Dios, es hacerla experiencia práctica en nuestra vida. Es proponer un estilo de vida distinto frente a situaciones inhumanas que son contrarias a la dignidad de la persona.  

“Nuestra fe proclama que Jesucristo es el rostro humano de Dios y el rostro divino del hombre. Nuestra fe en Cristo nos lleva a guardar su Palabra y a contemplarlo en los rostros sufrientes de nuestros hermanos migrantes, niños y niñas víctimas de la explotación sexual, mujeres marginadas, jóvenes sin futuro. Todo lo que tenga que ver con los pobres, tiene que ver con el rostro de Jesús (D.A. 393)

Y Jesús ha venido precisamente para enseñarnos un nuevo modo de vivir, recrear esta historia: hacer del mundo un espacio de libertad y de comprensión, donde cada uno reconozca el amor de Dios amándose y valorándose a sí mismo. Sólo si amamos como Jesús nos amó, aprenderemos a mirar con una mirada nueva y distinta a las personas. Entonces el amor habrá tocado la puerta de tu corazón y te abrirá una visión distinta de la realidad en que vivimos y nos movemos. (Escrito por Fr. Héctor Herrera, o.p.)
 

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