(Por: Fray Héctor Herrera OP) Al inicio del nuevo año, pedimos la bendición del Señor para que exista la paz como fruto de la justicia y de la reconciliación entre todos. Vayamos, como los pastores al encuentro de Jesús, “recostado en un pesebre y acompañado de sus padres José y María” (v.16), como nos dice Lc.2, 16-21.
Necesitamos invocar a Dios: “El Señor te bendiga y te proteja, el Señor te muestre su rostro radiante y tenga piedad de ti, el Señor te muestre su rostro y te conceda la paz” (Num 6,24-26).
Porque como nos recuerda el Papa Francisco en su mensaje por la paz: “En muchas partes del mundo, continuamente se lesionan gravemente los derechos humanos fundamentales, sobre todo el derecho a la vida y a la libertad religiosa. El trágico fenómeno de la trata de seres humanos, con cuya vida y desesperación especulan personas sin escrúpulos, representa un ejemplo inquietante.
A las guerras hechas de enfrentamientos armados se suman otras guerras menos visibles, pero no menos crueles, que se combaten en el campo económico y financiero con medios igualmente destructivos de vidas, de familias, de empresas”.
En este primer día del año es un llamado a la conciencia a los políticos, autoridades, centros de poder de decisión, comunidades cristianas, laicos, a todos, a volver a descubrir la presencia del hijo de Dios, nacido de mujer (Cf. Gal 4,4-7), que ha venido para mostrarnos el rostro de un Dios que tiene un corazón de padre y de madre(Is. 66,13) para mostrarnos el camino de la libertad que nos hace ser hermanos unos de otros, fundamento de la paz.
Para construir la fraternidad tenemos que trabajar animados por la fe de María y de José contra toda mentalidad egoísta e individualista que promueve “la mentalidad del “descarte”, que lleva al desprecio y al abandono de los más débiles, de cuántos son considerados “inútiles” (cf. Papa Francisco Mensaje por la Paz)
Es interesante que María, madre de Jesús al oír las maravillas que se decía de su hijo “conservaba y meditaba en su corazón (v.19).
Nosotros estamos llamados a encarnar en nuestras vidas, el ansía profunda de guardar y conservar la Palabra viva, que es Jesús, quien nos descubre el rostro de Dios que nos hace hermanos y hermanas.
Porque sólo quien está abierto a Dios, al prójimo y al mundo sabrá leer en los signos de los tiempos, la cercanía y la paternidad de Dios. La fraternidad se funda en Dios que es amor. Y quien ama procurará ser solidario y compasivo con quienes menos tienen.
María madre, esposa, hija predilecta de Dios, a ti te pedimos que al inicio de este nuevo año, nos ayudes a sembrar en nuestro corazón, en el corazón de la Iglesia y del mundo un deseo vivo de dejarnos transformar por tu hijo Jesús, para ser hermanos y hermanas.
Te pedimos a ti Palabra viva y eterna del Padre, ilumines nuestro rostro y nuestro corazón para que superando toda ética individualista, procuremos la paz que nace de tu amor y de tu justicia.
Que cesen los odios, las guerras, la violencia, el sicariato, la corrupción que amenaza la vida y la conciencia de los pueblos.
Que descubramos nuestra libertad cristiana, que sólo el diálogo, la comprensión, el testimonio de vida nos harán creíbles frente a los que se escudan en los dioses del poder y del dinero.
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