Por: P. Matías Siebenaller
1. ¡Evitemos las recaídas!
Con alegría desbordante hemos celebrado la llegada del Año Nuevo. Sin piedad hemos despedido al año viejo, gastado y malo. De verdad, teníamos ganas de empezar algo nuevo, algo distinto. Además, nosotros mismos queríamos ser nuevos; sabíamos que teníamos culpa y responsabilidad personal en la caducidad e inhumanidad del pasado.
Recordemos ahora las felicitaciones efusivas brindadas a mucha gente allegada. No puede ser que olvidemos los abrazos estrechados con tantos al asomarse el Año Nuevo. Palabras de felicitación y abrazos de paz, si son sinceros, incluyen el compromiso de promover condiciones de felicidad y relaciones de paz.
En su carta a los Colosenses 3, 1-17 San Pablo prodiga consejos oportunos y prácticos para despojarse del hombre viejo y revestirse del hombre nuevo. ¡Meditemos el texto, como ciudadanos y gobierno de este país, y evitemos las recaídas en las mañas del pasado!
2. ¡Aprendamos de los magos de Oriente!
Me encanta el evangelio de la fiesta de Epifanía: Mt 2, 1-12. Este relato, sin fronteras fijas entre hecho histórico, mito y símbolo, te permite navegar con libertad y creatividad. No hay como estos magos para decirnos como mantener joven y brilloso el Año Nuevo.
No vivían instalados en sus rutinas y costumbres. No se aferraban a sus prejuicios, juicios y pos juicios. No se dejaban paralizar por el miedo, el fracaso y la tristeza. Mantenían viva la capacidad de percibir, cada día, nuevos fulgores, nuevas señales, nuevas estrellas que anuncian que algo nuevo está naciendo.
Pues, para que 2012 se mantenga novedoso, no dejemos de otear cada día el horizonte. En el acontecer, cerca y lejos de nosotros, parpadean realidades e iniciativas que alumbran algo nuevo y prometedor. ¡Obedezcamos a la estrella y pongámonos en camino!
Los magos no tenían mentalidad de conquistadores e inversionistas. Cruzaban mares sin matar ballenas y focas. Atravesaban selvas sin talar árboles. Pasaban por algunas hermosas lagunas de Cajamarca y antes de fijarse en el brillo del oro en sus fondos, contemplaban la vida precaria de la gente en sus alrededores.
No trataban las aguas, los bosques, los animales y los seres humanos como recursos para la macroeconomía: soñaban de proyectos de solidaridad y se detenían en las plazas del mundo para escuchar detenidamente a “los indignados”. Los magos se mantenían jóvenes, porque caminando se convencían que la parte más hermosa de la historia humana y del mundo pertenece al futuro.
Los magos miraban lejos. Eran políticos sabios y prudentes. Confiaban en la autoridad de las Escrituras Santas, pero no caían en las trampas de Herodes. Tercamente siguen la estrella, pero no encuentran al nuevo rey en un palacio. Se encuentran con Dios, niño frágil en un pesebre, en medio de pobres. Se postran y lo adoran; vinculan para siempre sus proyectos con el suyo.
Mirando lejos, te mantienes joven.
3. El 11 de octubre del 2012: Apertura del Año de la Fe.
El Papa Benedicto XVI ha decidido convocarnos para el Año de la fe como una oportunidad de renovación de la Iglesia. Quiere que la vivencia de la fe y la participación en la Iglesia nos mantengan jóvenes.
Haríamos muy bien en acatar esta iniciativa. Renovación eclesial en la fe siempre incluirá comunión vital con sus fuentes. Pero también implica participación animosa en comunidades cristianas que ven lo que sucede, que lo contemplan con los ojos de la inteligencia y de la fe y que se comprometen solidariamente en lo que nos dará futuro.
“Durante ese tiempo, tendremos la mirada fija en Jesucristo, “que inició y completó nuestra fe” (Hb 12, 2): en Él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano.
La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de su Encarnación, de su hacerse hombre, de su compartir con nosotros la debilidad humana para transformarla con el poder de su resurrección. En él, muerto y resucitado por nuestra salvación, se iluminan plenamente los ejemplos de fe que han marcado los últimos dos mil años de nuestra historia de salvación.” (Motu proprio de Benedicto XVI para el Año de la fe, 13).