Chimbote en Línea (La Iglesia en Chimbote).- El Papa Inocencio III tuvo un sueño fascinante: La Basílica de San Juan de Letrán, cabeza y madre de todas las Iglesias se tambaleaba. La torre se inclinaba, los muros se resquebrajaban y la vieja Basílica de Constantino iba a reducirse a escombros.
Paralizado por el temor, el Papa ve avanzar por la Plaza de Letrán a un hombre sencillo, descalzo y vestido con un tosco sayal. Ese hombre se acerca a los muros vacilantes, que amenazan aplastarlo, pero arrimando sus hombros y espaldas a la cornisa oscilante, logró enderezarlos en un poderoso esfuerzo.
Días más tarde el Papa se encuentra con Francisco y reconoce, en él, al . hombrecillo de su sueño. Francisco tenía la misión de restaurar la Iglesia, espléndida en su fachada, pero carcomida por dentro por el cáncer de la corrupción.
San Francisco una vez convertido, se retiraba con frecuencia a orar a una Iglesia en ruinas San Damián.
Un día entró el Santo en ella y el gran Crucifijo bizantino que se yergue en el altar mayor le habla: "Francisco repara mi Iglesia que amenaza ruina".
Pues bien, es de todos conocido el tema de la corrupción intraeclesial. Los sacerdotes pederastas, las divisiones y enfrentamientos en la curia y un largo etcétera de calamidades, ventilados a diario por los medios de comunicación social, han sido factores determinantes para la elección del Arzobispo de Buenos Aires como el nuevo Pontífice de nuestra Iglesia Católica.
Muchos han quedado sorprendidos de esta elección, pero al elegir el nombre de Francisco, va definiendo la línea de su Pontificado.
No sólo será el defensor de los pobres, no sólo vivirá austera y pobremente, no solamente será un referente para todos los Pastores de la Iglesia que tienen que revisar su status de vida; sino que ante todos será el elegido por Dios para restaurar la Iglesia de Cristo, herida por nuestras infidelidades y pecados.
Su persistente llamada a la conversión del corazón y su insistencia en el cambio de conducta, nos indican muy claramente, cual es el camino que él piensa roturar y por el que desearía que transitara la Iglesia.
Nada de fasto, nada de lujo, nada de parafernalia que empañe el rostro de Cristo, que ha de manifestar al mundo nuestra Madre la Iglesia y todos y cada uno de sus hijos.
La Iglesia cuenta con un patrimonio cultural verdaderamente sorprendente. Es la expresión de tantos hombres y mujeres que a lo largo de los siglos plasmaron su fe en bellísimas obras de arte.
Por el bien de la humildad, la Iglesia no puede renunciar a este patrimonio valiosísimo, pero sí puede lograr que el patrimonio que hemos heredado, no signifique ni poder, ni genere arrogancia.
La belleza siempre conduce a Dios. No le será fácil al Papa moverse por las logias de Rafael o entrar a la Sixtina de Miguel Ángel sin que el espíritu del Renacimiento impregne su vida.
Nuestra obligación como hijos de la Iglesia es orar, y orar diaria e insistentemente, para que el Espíritu Santo le conceda la fuerza que necesita para enderezar, como San Francisco los muros ruinosos de la Iglesia y restaurarla por dentro y en profundidad. (Por: Mons. Angel Francisco Simón Piorno- Obispo de Chimbote)
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