Por Fray Héctor Herrera, o.p.
Las Lomas de la Paz, era abrasada por un fuerte sol. Eran casi las 5.00 p.m. del martes 24 de enero. El calor humano de los familiares, amigos y poetas de Isla Blanca, era impresionante. La luz de un “amigo de Dios” y amigo de los pobres se había apagado físicamente, pero su estela luminosa marca el camino en el diario trajinar de médicos, poetas, maestros, padres y madres de familia, niños y adultos a quienes tocó con su mano y con su sonrisa les daba aliento. Este era el Dr. Marco Antonio Cueva Benavides. Nació en Pacasmayo y se quedó para siempre en Chimbote.
Carlos Ernesto, hijo mayor de Marco Cueva y de Cecilia, y sus hermanos: Víctor Alexander, Marco Arturo y Tania, desde España, daban el último adiós a su padre. Carlos Ernesto, médico como su padre decía: “Padre, eres un hombre noble y de buen corazón. Este hombre soñó con una medicina justa para todos.
La causa de la muerte es la economía. Su amor más grande fue la literatura. Tiene 35 años de médico y 65 de poeta. ‘Marco es amigo de Dios’, como decía el P. Héctor porque cumplió el evangelio del amor. Se guardó siempre la parte familiar para Tania, Alex, el Chandito. Hombre sencillo que siempre buscó la justicia, la verdad, los valores. Las cosas no se enseñan con palabras, las enseñaste con el ejemplo. Tu historia que es nuestra historia, recién ha comenzado”
Víctor Alexander había iniciado la despedida a su querido padre Marco, lleno de emoción y con una profunda pluma, que lo pintan como su futuro sucesor de poeta: “Hola Solou estamos aquí para despedirte. Terminó sus palabras con la canción de Mercedes Sosa, que mucho le gustaba a su padre: “Gracias a la vida que me ha dado tanto, me dio dos luceros…”. Los dos luceros son tú y mi madre. Tú que nos guiarás desde el cielo y mi madre que nos acompaña en la tierra”.
Conocí al Dr. Marco Antonio, desde CINCOS (Centro de comunicación social). Allí solíamos compartir la grabación de un microprograma radial “Cuidando la salud”, dirigido a la salud de los niños, dentro del programa “Amanecer Campesino” y “El Pueblo quiere Saber”. Como médico llegaba a la gente con su alegría y su buen corazón. Como dice su hermano Víctor Hugo Cueva: “Dio de lo poco todo, porque lo dio y lo entregó con amor”. Era un hombre honesto y sincero, humilde y sencillo, estudioso e investigador. Sembró valores no sólo en sus hijos, sino en los educandos con quienes compartió.
Su dedicación y servicio a los demás quedan en los escritos de la Página de Mar Adentro, periódico de la Diócesis de Chimbote: “Marea de Interrogantes”.
Gracias Marco Antonio por tu dedicación como profesional, maestro, poeta, amigo y hermano de los pobres.
Porque luchaste con generosidad y valentía, porque amaste la vida y la diste al servicio de este pueblo a quien tanto quisiste y que te acogió con cariño. Como dices en esa carta a tu hijo Alexander, con que cariño lo llamas Chandito: “ Además tú has tenido la suerte de tener 3 profesores, el Carlos, el chino y la Tania, y por eso has salido más coco. Pero lo importante no es quien es más inteligente sino quien cultiva más los buenos valores, creo que eso es lo que más nos hace felices”.
Y viviste esa felicidad. Por eso tu amor seguirá presente en tu esposa, tus hijos, hermanos, amigos y en todos aquellos a quienes atendiste con el amor de Jesús. Tú compartes ya la vida con Aquel que es Camino, Vida, Verdad y Libertad”. Descansa en paz.