Pedro no comprende que Jesús le lave los pies, y cuando le dice: “Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo” (v.8). Recién comprende la humildad y el servicio. Jesús sabe claramente que uno de suyos lo iba entregar y dice “no todos están limpios” (v.11). Pese a todo también le lavó los pies a Judas, para que tomara conciencia de su profundo amor y donación.
A veces, también en la vida cotidiana, nosotros nos apartamos de Jesús por nuestras infidelidades y traiciones al evangelio: cuando dejamos de servir y más bien queremos ser servidos y reconocidos.
Hoy Jueves Santo, primer día del Triduo Pascual es el Día del amor fraterno. Porque Jesús nos da el ejemplo: “Si yo, que soy maestro y señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros” (v.14).
Es una invitación constante a ser una Iglesia samaritana, que acompaña, guía, promueve el valor de la vida, la justicia, la verdad y libertad de los más sencillos, identificándonos con ellos por amor a aquel que nos amó primero.
Es el día de la Institución de la Eucarística: cena, comida que es comunión, servicio que se prolonga en el quehacer compartido. En el signo del pan y del vino que se parte y comparte, está el signo visible del amor de Cristo. “Hagan esto en memoria mía”, es revivir el testimonio de quién se hizo pan y bebida nuestra, para anunciar su muerte y resurrección.
Jesús nos dice: “Yo soy el pan de vida: el que viene a mí no pasará hambre, el que cree en mí nunca tendrá sed”(Jn 6,35). Por eso como discípulos comprendemos que compartir el pan es compartir la fuente de la vida que viene de Dios.
“La comunidad que come de este pan se debe dejar transformar por el pan para convertirse también ella en “pan para la vida del mundo”. Una mesa, un pan, una vida, un cuerpo; eso es la Iglesia”(El Sacramento del Pan, Manuel Díaz Mateo, S.J.). (Fr. Héctor Herrera, o.p.)