El poder religioso teme a Jesús, porque ha cuestionado su forma de vivir, hacer del templo “cueva de ladrones”. Le consideran un blasfemo, por ser igual a Dios y no obedecer el sábado. Su doctrina y sus discípulos necesitan ser investigados (v.19). Jesús, pide que interroguen a sus oyentes.
Ellos son el mejor testimonio que dice la verdad. Sin embargo lo maltratan. No reconocieron al Hijo de Dios, porque estaban ciegos de poder. Era un obstáculo para ellos. El poder religioso no quiere juzgarlo sólo, quiere tener la aprobación del poder político romano, representado por Pilato. Y para no contaminarse, por la fiesta de la Pascua judía, no entran en elpretorio(v.28)
Jesús está frente a Pilato, que lo interroga: “¿Eres tú el Rey de los judíos?”(v.33-34). “Mi reino no es de este mundo” (v. 36).
El poder político se siente cuestionado. El acusado tiene una fuerza que lo desenmascara: para esto he nacido, para esto vine al mundo, para dar testimonio de la verdad (v.37). Sabe que el poder se basa en la opresión, en la mentira y la soberbia de dominar a los indefensos.
Pilato les dice: “No encuentro en él culpa alguna”(v.38). Les da a elegir entre Barrabás y Jesús. Eligen a un sedicioso. Y le entregan al inocente para que lo torturen, como hoy se hace con muchos inocentes, en lugares donde no se respeta la vida humana.
Quiere liberarlo por temor. Los adversarios le dicen: “si sueltas a éste no eres amigo del César” (Jn 19,12). Pilato elige el poder del César, que le da seguridad y dominio, condena a Jesús a la muerte en cruz.
El joven nazareno es contado entre los malhechores. La aparente victoria del poder político y religioso, convierte la cruz, en el trono de Jesús. La cruz es el símbolo de nuestra libertad. El triunfo de la vida sobre la muerte y los poderes demoniacos del mundo.
Jesús ama a sus discípulos, como a su madre. En el trono de la cruz, nos dice: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Y a Juan “Ahí tienes a tu madre”. María se convierte en madre de los discípulos que siguen el camino de la verdad, vida, justicia y paz, y que están dispuestos a donarse aún con su propia vida.
Fidelidad y misión, unidad y comunión, que se expresan en los signos y gestos de solidaridad en defensa de la vida.
La cruz une y reconcilia. Solidariza y enaltece a los discípulos que encarnan su vida en defensa de los inocentes y desheredados de la tierra, para vivir el triunfo de la vida. ( Fr. Héctor Herrera, o.p)