(Por: Fr. Héctor Herrera, o.p.).- El P. José Antonio del Busto, historiador jesuita, ha querido en su obra San Martín de Porras, resaltar la figura del santo más querido hoy, su dimensión humana e histórica. No se sabe el día de su nacimiento, que probablemente hay que ubicarlo el 11 de noviembre, día de San Martín de Thours.
Martín fue bautizado en la Parroquia de San Sebastián, el 9 de diciembre de 1579, hijo de Juan de Porras, caballero de la Orden de Alcántara y de la negra liberta panameña, Ana Velásquez. Sus padrinos fueron Juan de Bribiesca y Ana de Escarcena. Y lo bautizó el P. Juan Antonio Polanco. Posteriormente fue reconocido por su padre. Luego tuvo una hermana Juana.
Juan de Porras, lleva a sus hijos a Guayaquil, en 1586. Tendría Martín unos 7 años y Juana 5. Y los entrega a su pariente, el capitán Diego Marcos de Miranda que vivía en esa ciudad. Pero sólo aceptó a Juana. Regresó con Martín a Lima y se lo encargó a Isabel García Michel, mujer honesta y buena cristiana.
Martín vivió en Malambo(Lima). Isabel se impresionó porque oraba ante el crucificado. Luego aprende a leer y a escribir.
En 1591 recibe la confirmación, administrada por el santo Arzobispo de Lima Toribio Alfonso de Mogrovejo.
Martín para ayudar a su madre, aprende el oficio de barbareo, que conllevaba conocimientos de cirugía menor. Aprendió diversas funciones curativas. Martín es atraído por el convento de Nuestra Señora del Rosario. Quería ingresar, pero había discriminación. Sólo podía entrar como “donado”. Y tocó las puertas del convento en 1594. Era Provincial de la Provincia Dominicana San Juan Bautista del Perú, Fray Salvador de Ribera, o.p.
Martín era feliz, oraba, se sacrificaba. E hizo sus votos religiosos un 2 de junio de 1603.
Martín hacía el oficio de barbero, campanero, ayudaba en el huerto. Cuidaba de los enfermos, como enfermero menor. Su preocupación fue los enfermos a quienes servía con una inmensa caridad. Todos cabían en su corazón: negros, mulatos, pobres. A todos consolaba y colmaba de alegría. Fue obediente a sus superiores. Era un fraile alegre. Su alegría brotaba de su contemplación de Dios. Amaba a Dios y los reflejaba en su sonrisa a todos.
Murió un 3 de noviembre de 1639, cuando tenía 60 años de edad. Contemporáneo de Rosa de Lima y de Fray Juan Masías. Fue beatificado en 1837 por el Papa Gregorio XVI y canonizado el 6 de mayo de 1962, por el Papa beato Juan XXIII.
En la homilía de canonización decía: “Martín nos demuestra con el ejemplo de su vida que podemos llegar a la salvación y a la santidad por el camino que nos enseñó Cristo Jesús: a saber, si, en primer lugar amamos a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente; y si, en segundo lugar, amamos al prójimo como a nosotros mismos”.
Destaca su amor a Jesús crucificado, la devoción al santísimo sacramento de la eucaristía. “Martín obedeciendo el mandato del divino Maestro, se ejercitaba intensamente en la caridad para con sus hermanos, caridad que era fruto de su fe íntegra y de su humildad. Amaba a sus prójimos porque los consideraba verdaderos hijos de Dios y hermanos suyos; y los amaba aún más que a sí mismo, ya que, por su humildad, los tenía a todos por más justos y perfectos que él”.