Por: P. Alex Gordillo- Párroco de Huarmey
Chimbote en Línea (Cuestión de Fe).- Es cada vez más común ver en este tiempo ese fenómeno de la educación en casa para con los hijos que se sienten autosuficientes respecto de sus Padres. Muchos autores reconocen dicho fenómeno en el análisis del tiempo en donde contemplan asombrados como se ha ido rompiendo ese paradigma de Padres “estrictos”, rígidos o autoritarios”, que paradójicamente se han convertido en “verdaderos consentidores” de sus “hijos autoritarios”.
Si queremos hacer un paralelo salvando las distancias respecto a la figura del “Padre misericordioso” de la parábola del Hijo prodigo de la que nos habla Jesús que nos sirve en esta meditación, podemos reconocer que algo de esta conducta anómala la encontramos en la conducta del “hijo menor” que se nos muestra en dicho pasaje.
En donde el hijo menor del Padre pidió su parte en la herencia, es decir, pidió su herencia, con lo cual estaba tratando a su papá como si hubiera muerto” e impaciente como suele suceder en la juventud, encontramos la figura de este hombre que no quería perder un solo día de entretenimiento y disfrute.
Como consecuencia, prefirió los bienes o el dinero del papá al papá y se alejó de la casa para hacer lo que pensaba sin sus consecuencias. Consecuencias que si vemos en nuestra sociedad se nos es visible y alarmante, jóvenes sicarios que matan como si fuese un juego, parricidios, embarazos precoces, alcohólicos, drogadictos, ludópatas, “hijos de una sociedad que vagan sin rumbo en una clara inconciencia de la Vida. Hijos pródigos que crecen en número y caminan sin rumbo por las plazas, esquinas, calles y discotecas, etc., buscando respuestas a sus interrogantes.
Esta es la realidad de muchos jóvenes que dolidos por la frustración de no encontrar respuestas en el seno familiar, en donde son maltratados, desatendidos y desorientados, huyen de sus Padres que se sienten cansados por la lucha diaria de no saber cómo orientarlos. Y es que estos padres, se han olvidado del sentido de su matrimonio y de los hijos como fruto del amor esponsal, llamados a orientar, guiar y a perdonar a sus hijos. Hijos llamados a experimentar el amor y la misericordia en el amor de los Padres, en el seno del hogar.
Al volver a la parábola que nos ayuda en esta pequeña reflexión tenemos que reconocer hoy en la figura de los dos hijos a la humanidad que peregrina y busca volver a la unidad con el Padre Dios, a la paz y al perdón del hogar “calor de hogar, calor y cariño que brotan del amor de Dios que tenemos que buscar” en medio de esta sociedad de consumo, vacía de Verdad y carente de sentido. Hoy necesitamos a Padres llenos de amor y de misericordia parecidos en su actuar al famoso “Padre de las misericordias, que es Dios”, quien acoge, perdona, abraza, consuela y llora de alegría por el regreso de su hijo amado que ha sido encontrado porque estaba perdido; que ha vuelto a la Vida porque estaba muerto.
Al fijarnos en este tiempo de manera general en todas las familias de nuestra comunidad ¿Podemos preguntarnos qué sucede en el corazón humano de un Papá o de una Mamá, que abandonan a sus hijos o hijas? ¿ó que simplemente consienten todos sus caprichos? Quizás habrá que responder a estas preguntas acogiendo la Verdad que vemos en la parábola, que nos revela nuestra condición humana frente a Dios nuestro Padre, ¡ cuánta debilidad y extravío hay en los seres humanos heridos por el pecado!
Al empezar el año escolar, animados por el Señor, se nos es necesario mirar a nuestras familias y a acoger el llamado que nos hace el Señor de no dejar pasar la oportunidad de sincerar nuestras conductas y aptitudes para con nuestros hijos así como la de los hijos para con los Padres. Y la de todos los cristianos frente a “Nuestro Padre que mora en el cielo” que se nos muestra dolido, expectante, atento, compasivo y feliz al ver cómo los seres humanos volvemos a Él.
Al estar cercanos a las celebraciones de la Semana Santa debemos renovar nuestro esfuerzo y compromiso delante del Señor que vela por nuestras familias, que quiere ciertamente que volvamos a Él con una actitud de humildad que refleje la verdad de lo que somos, personas frágiles frente al pecado y al mal. Queridos hermanos y hermanas, la debilidad nuestra es grande pero como nos enseña la escritura sabemos que “en donde abundó el pecado sobreabundó la gracia”. Hay pues la necesidad de acercanos al Señor con humildad para pedir por nuestras familias, para confesar nuestros pecados, mostrando lo que somos y tenemos, con la convicción de que somos Hijos e hijas amados del Padre llamados a vivir en su casa: la Iglesia.
Este es el tiempo propicio para volver a la humildad, a la verdad que es Jesús; a perder ese temor falso frente a Dios Padre misericordioso; de llamar a cada cosa por su nombre, sea un pecado, estado, tentación u otro. Y frente a la pregunta de Jesús: ¿Quién no ha cometido pecado?.
Todas las fachadas han de caer y su misericordia a de manifestarse, pues, es el Espíritu el único que puede obrar la Santidad en nosotros. Hay que dejar a Dios hacer lo que Él quiere hacer con nosotros. Él transformará nuestra historia leída a veces como una historia de desencuentros, frustraciones y fracasos en una historia de reencuentros y de auténticos éxitos.
El tiempo que creíamos perdido se volverá un tiempo de gracia y de fecundidad, la miopía desaparecerá. La invitación está hecha y oremos por nuestras familias en especial por nuestros hijos y padres de familia para que sientan la llamada del Señor a vivir en esa entrega cotidiana de amor y comprensión.