Muchas veces estamos preocupados por acumular bienes materiales, títulos, honores, vanagloria, ser reconocidos, creer sí, pero sin comprometernos con Dios, menos con los desvalidos. Nos cuesta dejar lo material, antes que seguir a Jesús. De esta actitud de un joven rico que sale al encuentro de Jesús, nos habla el evangelio de Mc 10,17-30.
Se acerca a Jesús un joven, preocupado por la vida eterna “Maestro bueno, ¿qué debo de hacer para heredar la vida eterna? (v.17? Jesús entra en un diálogo profundo, la bondad se la remite a Dios. Y le propone los mandamientos que respetan la vida y no hacer daño a su prójimo.
El joven responde: “Maestro todo eso lo he cumplido desde la adolescencia” (V.20). Jesús lo miró con cariño, porque era un bueno. ¡No basta ser buena gente! Jesús nos invita pasar del verbo acumular: “Una cosa te falta: ve, vende cuánto tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; después sígueme” (v. 21). Jesús nos hace hoy un llamado profundo: vivimos en una sociedad donde acumulamos todo. Hay un distanciamiento y abismo profundo entre países por la acumulación de riquezas, extracción de materias primas que ponen en riesgo el medio ambiente y el calentamiento global, a nivel personal un individualismo y egoísmo por una sociedad de consumo.
Cumplimos los mandamientos, pero sin más compromiso. Jesús nos propone pasar al verbo compartir los bienes materiales con los pobres. ¡Sí, el mundo de hoy comprendiera el compartir, no habría tanta hambruna en el mundo, cuidaríamos mejor los recursos naturales al servicio del bien común! Entre nosotros mismos habría menos discordias y una paz basada en la justicia y la reconciliación, si ponemos nuestro tesoro en Dios. Luego seremos discípulos, seguidores de Jesús para compartir con otros discípulos la tarea de reconstruir un mundo con rostro más humano, que sea reflejo de una nueva creación.
Jesús siguiendo la línea profética (Is 3,14 s; 5,8; Am 2,6-7; Miq 3,1-4) sabe que los pobres y los ricos no son fruto de la voluntad de Dios, sino de la acumulación de unos pocos que empobrecen a la mayoría. La riqueza es un obstáculo para acoger el reino de Dios, cuando se aferran a ella. Por eso el joven bueno, se fue pesaroso y muy triste porque era muy rico (v. 22). Jesús mirando alrededor dice a los suyos: “Difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas” (v. 23). Los discípulos se asombran porque aún están apegados a lo material. Y Pedro se preocupa: “Nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido” (v.28).
Jesús le responde a Pedro y a nosotros: la salvación es un don de Dios y quien comparte la vida con Jesús y los pobres tiene su recompensa en este mundo por la solidaridad compartida, por el aprecio del don de la vida y en la eterna. La opción por los pobres no excluye a los ricos. Son los ricos que se autoexcluyen, como el joven que no opta por crear condiciones de vida más equitativas.
La opción por los pobres es optar por la vida, la educación, la dignidad y amistad de todos para sentarnos como hermanos en la misma mesa de ese Pan Vivo que se tritura y se da a los que tienen hambre de Dios y de amor por sus hermanos. Cuando nos dejamos traspasar por la Palabra de Dios; ésta se convierte en viva y eficaz, porque abre nuestros ojos a la realidad de la vida cotidiana y de la vida eterna (Heb 4,12-13). (Por: Fray Héctor Herrera o.p.)