Chimbote en Línea (Reflexiones).- Sandro era un sacerdote bien entregado a su pueblo. Estaba inquieto por las amenazas de muerte, de SL por su entrega y promoción de los campesinos del valle de Santa. La última vez que conversamos, le dije: ¡Cuídate! Y él respondió: ¡cuándo quieren matarte, buscan cualquier ocasión. Tengo misa y catequesis en Vinzos, no puedo dejarlos! Y lo mataron un 25 de agosto de 1991, cuando había cumplido su misión de pastor.
Su lección de seguidor de Jesús, nos enseña que el verdadero discípulo lo ama totalmente. Se despoja de todo para seguir las mismas huellas de su Maestro Jesús, quien camina resueltamente a Jerusalén, sabiendo que le espera la muerte, como nos narra el evangelio de Lc 14,25-33. Y nos reta a todo cristiano: “Quien viene a mí y no me ama más que a su padre y su madre…Quien no carga con su cruz y me sigue no puede ser mi discípulo (v. 26.27)
El seguimiento a Jesús nos exige despojarnos de todo, aún renunciar al mundo familiar, social, económico y cultural. A todo aquello que nos ate y no nos deje la libertad para asumir todo lo que Jesús hizo por amor. Seguir a Jesús, tomando su cruz nos cuesta, nos asusta, pero es ir tras las huellas del Maestro supone coherencia de vida, valentía. No buscar el arribismo, el tener más para dominar al otro.
El seguimiento a Jesús es amor, entrega, abandonarnos en sus manos y ser conscientes que todo lo que hagamos lo hacemos en su nombre. Porque el camino de la cruz nos lleva a la libertad, a saber respetar y acoger a las personas como hermanos, como lo exige Pablo a Filemón: “Trata a Onésimo no como esclavo, sino como hermano muy querido. Quiérelo como yo, porque tú eres cristiano” (Fil 9,16.20)
Ser discípulo de Jesús significa ser constante y no volverse atrás, pese a las dificultades, aún dentro de la misma comunidad cristiana. Es poner cimientos profundos de fe, acoger su Palabra de vida para proclamar y defender la dignidad de toda persona, buscar la justicia como fruto del amor y de la reconciliación, ser portadores de paz en un mundo violento que no respeta la dignidad ni los derechos humanos. Es contemplar a Dios en el rostro de los hermanos pobres. Es acercarnos al otro como hermano y hermana. Todo esto significa amor y respeto por la persona. Tener espíritu de donación y gratuidad, que todo viene de Aquel Dios compasivo y misericordioso que exige nuestra respuesta.
Es construir una persona nueva en nosotros, con un espíritu nuevo: orar, ver con ojos de fe la realidad, reflexionar y actuar, en el corazón del hogar y de la sociedad. Es allí donde somos como los constructores de una torre, que sabremos calcular bien como contribuir en la formación de los hijos, alumnos, profesionales. Honestidad, transparencia, propuestas claras y realistas, diálogo, mejor calidad de alternativas de vida y práctica de la Palabra de vida de Jesús nos harán verdaderos discípulos de Aquel que entregó su vida por nosotros. (Por: Fr. Héctor Herrera, O.P.)
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