No cabe duda de que los tiempos han cambiado y estas empresas que se resisten a evolucionar han tenido que adaptarse a la fuerza y a marchas forzadas a las necesidades del mercado, como cuando pensaban que una página web no era necesaria en la gestión de su empresa.
Las páginas web nacieron como una forma de mostrarse al resto de los usuarios y de facilitar que los potenciales clientes llegaran hasta la empresa de manera más sencilla y cómoda, sin tener que buscar el teléfono en las Páginas Amarillas y pudiendo enviarles un email.
Sin embargo, pese a la revolución que esta nueva forma de entender la empresa supuso, aún había compañías que consideraban, y hoy en día también se da este hecho, que una página web no era más que un capricho y algo totalmente superfluo, cometiendo el error de considerar que los negocios se podían seguir haciendo como hasta entonces, con una copa de coñac y un puro.
Desde entonces las necesidades del cliente han cambiado de una manera que no nos podríamos haber imaginado jamás, ya que ahora es él quien marca las reglas de un juego en el que la empresa es parte fundamental en este binomio, y, hay empresas aún ancladas a ese pasado del que hablamos.
Hoy en día, las nuevas tecnologías son el resultado de esta nueva necesidad del prosumidor de conversar con la marca para confiar en ella y comprar sus productos, pero aún hay quienes piensan que las redes sociales son cosa de jóvenes y de niñatos ociosos, creen que no valen para nada, ignorando el potencial de estos nuevos canales de comunicación entre empresa y cliente.
El tejido empresarial está todavía obsoleto, y, en general, le cuesta trabajo entender la necesidad de crear una relación de confianza y de cercanía con su cliente, con su consumidor, pues aún lo entienden como una cifra en una estadística y no entiende el verdadero valor de un fan, de un seguidor, de un usuario que interactúa con la marca.
Es fundamental evolucionar para no quedar obsoletos y no competitivos.