Chimbote en Línea (Fuente: PUCP) Sofía Vizcarra, investigadora del Laboratorio de Criminología Social y Estudios sobre la Violencia de la PUCP, analiza el panorama del narcotráfico –tras la captura del Chapo Guzmán- en México, Colombia y Perú, tres países que Estados Unidos considera estratégico en la lucha contra las drogas.
El 22 de febrero, las autoridades mexicanas capturaron a Joaquín Guzmán Loera -alias “El Chapo”-, una de las cabezas más buscadas del Cartel de Sinaloa, la principal organización criminal de tráfico de drogas de México. El Chapo hace trece años se fugó del penal de Puente Grande en Jalisco, México y durante ese tiempo reorganizó al Cartel de Sinaloa de tal forma que logró expandirse y ser una de las organizaciones más poderosas del mundo.
Las autoridades señalan que la captura del Chapo es un golpe importante para las redes de tráfico de drogas en México, donde, en los últimos 4 años, han muerto 34 mil personas por la guerra entre bandas de narcotraficantes.
México
En el panorama mundial, la captura de Joaquín ‘Chapo’ Guzmán es importante porque los narcotraficantes mexicanos son en general grandes brokers o intermediadores del tráfico ilícito internacional de drogas.
Sin embargo, en general, no basta con desbaratar a la cabeza para desaparecer a toda la organización criminal, especialmente en un contexto en la que hay más de una organización que domina el tráfico internacional. Es un avance pero no significa que con la captura del Chapo se termine la era de los carteles.
En México, cuando otros carteles han caído, ha surgido una fragmentación de los mismos. Las pugnas internas de poder, generalmente han hecho que en lugar de que alguien aglutine a todos, más bien creen pequeñas estructuras que controlan zonas más reducidas y con menos gente relacionadas a la organización.
Incluso, eso puede de alguna medida incrementar los enfrentamientos entre los cárteles, hasta que probablemente alguien reemplace la capacidad de aglutinamiento que tenía el Chapo y el cartel de Sinaloa.
Colombia
Colombia y Perú son países productores de coca, entonces, la diferencia con México es que, mientras que los carteles colombianos se articulan desde el primer eslabón de la cadena de producción (producción de hojas de coca hasta la exportación) y están presentes a lo largo de toda la cadena, incluso a nivel internacional; los mexicanos solo son intermediarios, no refinan ni transforman droga.
En Colombia la lucha contra las drogas ha estado muy centrada en el tema productivo con el enfoque de evitar que se produzca más. Entonces ha habido un fuerte componente de erradicación, incluso erradicación aérea, además del control de insumos químicos.
También la lucha contra las drogas ha estado ligado al combate de organizaciones delictivas que existen en Colombia: carteles que se han refinado, que ya no son tan grandes y que se han vuelto más bien redes difusas y, en algunos casos, se han asociado con grupos paramilitares. El panorama colombiano se ha complejizado y ya no es esa lucha contra los carteles con cabezas como Pablo Escobar, en la década de los 80, más bien se está tratando de controlar más clústeres de la cadena del tráfico ilícito de drogas.
Perú
Los contextos mexicanos y peruanos no son comparables, en Perú no hay carteles, entonces el hecho que haya caído un líder de cartel mexicano no necesariamente va a afectar la estructura del crimen o del tráfico ilícito de drogas en Perú. Probablemente se cambie de intermediarios para el tráfico hacia Estados Unidos pero las estructuras de base se seguirán manteniendo.
Cada país tiene sus propias estructuras, entonces la captura no va a evitar que se siga produciendo coca en Perú o en Colombia, lo que puede afectar es el flujo hacia Estados Unidos pero con los nuevos mercados que se están abriendo en Asia o en Australia, entonces es cerrar una puerta pero no todas las que están disponibles para el tráfico internacional.
En Perú no hay muchos estudios sobre las formas de organización delictiva que existen. Algunos indicios e información recogida en campo dice que nuestras estructuras se parecen más a clanes familiares que se asocian mucho a las formas de producción tradicional que ya existen en estas zonas, donde son familias, algunos acopiadores y son una especie de pymes de la droga.
No tenemos grandes carteles, pero sí tenemos una dinámica bastante particular que se asocia a patrones de violencia propios. Nuestros patrones de violencia no son como los de México o los de Colombia, donde hay lucha entre carteles, en Perú no se generan esos niveles de violencia.
Fuente: http://puntoedu.pucp.edu.pe/
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