En los últimos meses, varias veces he tenido que aclarar informaciones alarmantes sobre “el interior del país”, en situaciones mucho más dramáticas que la anterior. Por ejemplo, la noche del 20 de octubre circuló en internet la noticia de un atentado con un coche bomba en una comisaría en Juliaca.
Mientras muchos internautas, especialmente los peruanos que viven en el exterior, lamentaban el retorno del terrorismo, yo les pedía a las personas más cercanas que esperaran hasta confirmar los datos, pero algunos parecían empeñados en creer lo peor. Quizás, para ellos, la sierra del Perú es un territorio extraño y peligroso que inclusive un grupo terrorista desconocido puede surgir de la noche a la mañana. Por mi parte, ingresé a la versión en línea de Radio Pachamama y comprobé que la trágica explosión (con varios policías y una fiscal fallecidos) había ocurrido debido a la falta de responsabilidad al manejar un camión cargado de productos pirotécnicos incautados.
La actual crisis de Conga ha dado motivos para situaciones similares, pero esta vez los autores de la desinformación no eran los medios de comunicación nacional, ni las personas angustiadas, sino ONG muy respetables, que confiaban en sus contactos cajamarquinos. Debido a esta confianza, una de ellas anunció hace varios días que millares de militares estaban dirigiéndose a Cajamarca a proteger a la empresa Yanacocha. Otra ONG difundió que la empresa estaba entregando armas a sus trabajadores. En minutos, ambas noticias, para mí tan absurdas como la del meteorito, eran difundidas por las redes sociales con múltiples expresiones de angustia y rabia. Al fin y al cabo, Yanacocha y Humala eran tan malvados que podían ser capaces de cualquier barbaridad.
A quienes difundían esas noticias, yo les recordaba las consecuencias gravísimas de difundir información errónea en una situación de conflicto: el 5 de junio del año 2009, RPP anunció que el dirigente indígena Santiago Manuim había fallecido por la represión policial en la Curva del Diablo. Ningún periodista había estado al lado del supuesto cadáver y podía dar fe de esta muerte. Sin embargo, la noticia circuló a nivel nacional hasta la Estación 6 de Petro Perú, donde centenares de awajún retenían a un grupo de policías desarmados. Todos los lectores saben lo que sucedió allí después.
Debo recordar que yo mismo ese día recibí una llamada de un amigo, integrante de una ONG muy seria, avisándome que en la morgue de Bagua Grande estaban los cadáveres de 30 nativos asesinados. Indignado, yo lo anuncié en la RP 255 y mucha gente lo reprodujo, sólo para que días supiera que mi amigo jamás había estado en la morgue. Otras personas le habían denunciado lo ocurrido y él se angustió tanto que, en lugar de comprobar los hechos, me llamó.
Tras esa experiencia siempre que recibo informaciones similares prefiero estar totalmente seguro. El martes pasado, durante el Congreso de Justicia Intercultural de Huaraz, un abogado me dijo que había cuatro campesinos muertos en las protestas de Conga.
-No creo que sea cierto –le repliqué, tras ver en internet que la información no aparecía en ningún medio.
-Están ocultando la noticia –me decía él.
Después se supo que todo era falso, pero difusión de la noticia por una radio de Celendín había generado que en Cajamarca las protestas fueran más violentas.
Anoche, cuatro provincias de Cajamarca han sido declaradas en Estado de Emergencia, una medida que distancia profundamente a Ollanta Humala de quienes hace apenas seis meses votaron por él.
En un contexto donde las tensiones pueden incrementarse, es importante recordar que actualmente, gracias a la tecnología, cada uno de nosotros tiene mucho poder para generar corrientes de opinión. Algunos lo hacen responsablemente, otros manipulan datos intencionalmente y otros simplemente repiten lo que otros le dicen. Nunca fue tan fácil informarse, nunca fue tan fácil informar a otros, pero nunca ha sido tan fácil desinformar.
Confiemos en que no tengamos que informar tragedias en los próximos días. Ni el oro ni el orden ni el medio ambiente justifican la pérdida de vidas humanas.