Por Augusto Álvarez Rodrich
Chimbotenlinea.com (Fuente La República).- Se acaba de producir un relevo en el gobierno que no por haber pasado relativamente desapercibido deja de ser importante y que constituye una expresión más del camino optado por el presidente Ollanta Humala.
Ocurrió en la presidencia del Centro de Planeamiento Estratégico (CEPLAN), donde el que sale y el que entra son dos distinguidos profesionales pero con trayectorias y enfoques muy distintos sobre asuntos cruciales.
Germán Alarco -el saliente- viene de la academia y su orientación ideológica corresponde al espacio conocido como la izquierda, mientras que el entrante, Mariano Paz Soldán, proviene del sector empresarial en donde dirigió una AFP y es ubicable en el espacio conocido como la derecha.
Uno nunca sabe, pero seguro que el primero votó por Humala mientras que el segundo lo hizo -como la mayoría de integrantes del actual gabinete ministerial- por Keiko Fujimori.
Esto recuerda, en estos días de los veinte años del autogolpe del 5 de abril, que el país también está, desde hace poco más de dos décadas, enfrascado en un mismo enfoque económico -algo singular en la historia económica peruana- que ha generado resultados positivos innegables en cuanto a crecimiento pero insuficientes en relación con la inclusión.
Todas las presidencias de las últimas dos décadas, desde la de Fujimori hasta ahora la de Humala, pasando por Valentín Paniagua, Alejandro Toledo y Alan García II, han gobernado con el mismo modelo económico.
La otra similitud es que, salvo Paniagua, quien no llegó como candidato, el resto ganó con mensajes electorales de ‘izquierda’ pero, apenas conquistada la presidencia, mutaron al esquema propio de la ‘derecha’.
Hay un debate entre politólogos como Alberto Vergara, Eduardo Dargent, Sinesio López y Martín Tanaka, entre otros, sobre este fenómeno que el primero describió como ‘alternancia sin alternativa’ y en donde los presidentes gobiernan a la derecha de lo prometido en campaña.
Las explicaciones son variadas e incluyen desde la capacidad de presión de los grupos empresariales; la relevancia de las tecnocracias en las decisiones; el crecimiento de la base social/electoral por la continuidad; y hasta los propios resultados positivos del modelo, lo cual refuerza su mantenimiento pero con la esperanza de que incorporen los cambios que permitan alcanzar la ansiada inclusión.
En eso vamos, pero un riesgo relevante ahora es que otra vez, al final, estos cambios no se produzcan y que un segmento de la población vuelva a sentir, como cada cinco años, que los estafan porque no les cumplen lo que les prometen. Impedir que eso vuelva a ocurrir en el año 2016, sin dejar de crecer, y en democracia, es el reto del gobierno de Ollanta Humala.